Me apetece hablar de ti, sin rodeos ni preámbulos. Me apetece decir que te quiero, gritártelo a al cara y luego saltar a comerte la boca de las mil maneras posibles con los mil gemidos que pueden salirme de la garganta.
También
me apetece fumar, y aquí estoy, con la garganta abierta a dos mitades sin ti. Sola, y sin humo.
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