domingo, 29 de diciembre de 2019

A trozos.



- ¿Cómo estás nena? - le pregunto con cariño.

Es mi forma de decirle que soy capaz de darme cuenta de que las ojeras, debajo de todo el maquillaje, le llegan casi a mitad de la cara, que noto las bolsas de haber llorado por mucho rimel con que intente disimularlo. Es la forma que tengo de recordarle cuanto odia recogerse el pelo en un moño y que eso significa que no ha sido capaz de sacar fuerzas para enfrentarse con su mata de rizos claros esta mañana. Y que lo sé. Que la noto angustiada pero en lugar de imaginarme por qué puede suceder la dejo a ella hablar.

Le agarro la mano mientras le hago la pregunta, manos tensas y frías, con las uñas mordidas a conciencia, como si quisiera desaparecer de la faz de la tierra y esa fuera su forma de empezar. Chasquea la lengua antes de contestarme, como si tuviera miedo a empezar a hablar y no terminar nunca. Y luego arruga un poco la nariz, eso es tormenta, pienso, mucho peor de lo que pensaba cuando la he visto llegar arrastrando los pies como quien carga una losa imaginaria sobre su espalda.

- ¿y? - le insisto un poco con media sonrisa. Por fin se decide.
+¿la mentira corta o la verdad larga?

martes, 24 de diciembre de 2019

Renacer.

En ocasiones me apetece renacer.

Volver a la vida de una forma pura, ingenua y cálida.
De una manera mas humana, menos material. Mas animal y menos humana.
Venir al mundo en la sencillez y la tranquilidad de espíritu
que tienen las personas con una conciencia tranquila. Porque nunca la vida ha dado tanto de sí que en el momento de un nacimiento.

Celebrar la vida, el amor, la bondad. Dar pie a la humildad de saber que hay que agradecer cuando las cosas mejoran, al igual que pedir ayuda si nos va mal.

Que hay que tejer entre personas sin perdernos a uno mismo. La simplicidad del ser, por encima del estar o hacer.

Feliz Navidad.

jueves, 1 de agosto de 2019

La música, compañera cuando todo lo demás falla.
Podríamos encontrar canciones para expresar prácticamente cualquier sentimiento del mundo. 
Y lo hacemos.
Cuando todo va mal abrimos el navegador y dejamos la música sonar.
O tocamos un instrumento, tarareamos con nuestras gargantas o incluso hacemos sonar nuestras manos. A golpes de rabia contra una pared, por ejemplo.
Pero hacemos música. Para recordarnos que existimos, que nuestro dolor es real. Que nuestra pena es real, que nuestra alegría lo es.

Albert Espinosa decía que se ha de latir fuerte para que el mundo sepa que existes. La música es la forma que tenemos de latir cuando todo lo demás falla...



martes, 16 de julio de 2019

La diferencia entre una niña y una mujer es que a la segunda se le empieza a llamar como tal cuando comienza a resignarse. Y esa mujer ha de volver a mirar a la niña que fue a los ojos y decir: nos merecemos más.

jueves, 20 de junio de 2019

Hay días en los que me resulta tarea harto imposible enfrentarme al mundo.
Miro mi horario que ocupa una pagina entera del bullet journal  y mis ojos no llegan a retener nada, se queda mi mirada perdida al frente. Hay días, como hoy, en los que tengo que recordarme por qué merece la pena empujar comida garganta hacia abajo, por que hay que seguir en movimiento.

Hay días en los que no consigo existir. Días como este seguro que tenemos todos.

Y qué suerte, sin saberlo, sentir que no soy la única que quiere esconderse bajo un libro en una piscina al sol.

Es en esos días cuando me acuerdo de todos aquellos que sacaron fuerzas de donde no existían. Cuando me acuerdo de las personas que me rodean el mundo de repente parece menos malo. Porque con tanta majestuosidad en este mundo que llamamos hogar sería absurdo sentirse protagonista.

Y de ahí saco fuerzas, para dar un poquito mas de mi, para dar al menos, lo mismo que di ayer. Y simplemente, sigo el horario.

jueves, 13 de junio de 2019


Siempre me gustaron las cosas diferentes que, unidas, hacen un buen conjunto. Esas ocasiones en las que no puedes elegir una por encima de otra porque si rompes el grupo te quedas a medias. Ocasiones en las que todos los elementos por separado te parecen mas feos que si los unes.

Qué digo, no más feos. Sin gracia, vacíos, inútiles, poca cosa.

Como si fuera todo o nada. Me gustan las combinaciones de colores que tiene mi café, desde el negro hasta el beige mas roto, en función de la leche que añadas. Lo irónico de estos conjuntos armónicos que te hacen gozar, es que es muy complicado conseguirlos. Es como esperar la tormenta perfecta, o abrir el spotify y que buceando en sus aguas encuentres la lista de reproducción  que se ajuste completamente a cómo te sientes en ese momento.

Es la sensación de ver a uno de los tuyos, de los que llevas unido al alma con imperdibles (de esos que hay que abrir cuando decides que esa persona se vaya) pero sin embargo estáis tan bien. Tan unidos, tan juntos.

Y es que con la gente que tienes en los imperdibles hay que tener cuidado. Porque si tiráis a la vez, el desgarro puede ser brutal. Las heridas que dejan, abiertas de un mal tirón, no cerrarán nunca. Se pudrirán por dentro mientras que las intentarás secar con agua de mar y al sol. Cuando lo que necesitaron fue que nunca se abrieran.

Si tienes un imperdible prendido al pecho, que une parte de ti con otra persona, no tires, por favor. Aguanta. Paraos, decidid abrid el imperdible y desengancharlo juntos. Será mucho mas difícil, quizá mas doloroso en ese momento, cuando lo único que queremos es alejarnos, no acercarnos mas, pero es necesario ese momento. Porque a la larga, con vuestras dos heridas de guerra curadas, podréis volver a veros, y no habrá putrefacción, no habrá mas que dos pequeñas cicatrices en cada uno. Las del recuerdo. La que corresponderá al cuerpo, a su olor, a sus manos rodeando tu cintura, apretando tus caderas, agarrando con fuerza la vida. Y la del alma, la que llora por el cómplice perdido.

Pero por dentro, estarás sano. Y podrás, en algún momento, seguir constituyendo un conjunto armónico. De esos que me gustan mas, que las piezas por separado. Como tu y yo, a quienes prefiero, sin ninguna duda: Juntos.

miércoles, 12 de junio de 2019

Te lo prometo.

Esa primera noche que pasé sin ti, tuve que sacar la manta del armario. Era junio y el frío se había instalado en mis huesos. Tanto que no podía sentir calor. No podía sentir casi nada. La coraza que se extendió sobre mi piel no solo me protegía a mi de los impactos que tus miradas de hastío provocaban en mis trincheras... esa coraza protegía al mundo de mi rabia. De mi impotencia. De mis ganas de incendiarlo todo.

Ojalá hubiera sabido usar ese fuego para calentar lo que dejaste de mi esa noche. Maltrecha y hundida. Teniendo, de nuevo, que recomponerme. Me has trasladado a una época de mi misma que no quiero recordar. Aquella época donde todo lo permitía, donde ofrecía mi espalda de  asiento, mi lengua de trapo para limpiar unos zapatos que amenazantes oprimían mi garganta con cuero fino y caro.

Me has recordado a una persona que me juré no volver a ser nunca mas. Has cerrado mis puertas a cal y canto. Ciudad sitiada pero aun no vencida. Me levantaré, cuando todo esto acabe, me miraré al espejo, libre ya de la manta que me protege y me sofoca a partes iguales. Y sonreiré al encontrarme invicta de nuevo.

He sobrevivido a mi. No vas a matarme tu.

martes, 11 de junio de 2019

Cual es mi mundo ¿El del sí o el del no?

Leo la pregunta varias veces y pienso que las cosas no son tan fáciles y tan sencillas. No hay un sí o un no en la mayoría de las preguntas que nos hacemos. Estos dos monosílabos pueden explicarse, completarse, pueden llenarse de tonalidades. ¿Cuál es mi mundo... contigo o sin ti? 

lunes, 3 de junio de 2019

"La tarde de antes del examen, los buenos estudiantes se van al cine".

A horas de terminar una etapa y comenzar otra nueva, por aquello de que si se cierra una puerta se abre otra, no puedo evitar acordarme de una frase tan curiosa como aquella.
Yo siempre pensé que sabía lo que se sentía al ser una buena estudiante, una buena chica, hacer las cosas bonitas y tener a gusto al resto. Sentir siempre que había algo que podía mejorar un poco mas, que podía quedar redondo.
Pero por lo que se ve, iba de algo totalmente diferente.
Iba de saber, que cuando has hecho todo lo que podías, no es necesario seguir sufriendo por lo que podría haber sido.


Has dado lo mejor de ti, parece decir en mi corazón aquella querida profesora, ahora vete al cine. Ahora vive. Ahora siente. Sin culpas ni remordimientos. Lo importante es poder mirarte al espejo.

Porque convocatorias hay muchas, pero juventud solo hay una. 

domingo, 14 de abril de 2019


En algún momento tendrás que decidir si quieres seguir las reglas de todo el mundo o latir al compás de lo que te hace sentir bien contigo mismo.

martes, 9 de abril de 2019

Maneras de Martes.

¿Cuantas maneras hay de sentirse importante en la vida de alguien? 
¿Qué necesitas tú?

Quizá la respuesta a esa pregunta sea: lo normal. Pero... ¿qué es lo normal? Necesitas quizá que esa persona te trate bien, necesitas que mantenga una comunicación contigo. Quizá te resulte necesario que te escuche pausadamente mientras le cuentas algo, o quizá que dialogue de forma activa para sentir que hay interacción. 

Necesitarás, imagino que de vez en cuando establezca contacto visual contigo y seas capaz de ver algo en sus ojos mas allá de tedio y aburrimiento. Necesitarás que esa persona quiera pasar tiempo contigo, te incluya en su vida, que cuente contigo para hacer planes. 

Si entramos en el farragoso mundo de las relaciones de pareja quizá todo esto se agrande hasta niveles insospechados. Necesitamos que nos de abrazos, que tenga contacto físico, por ínfimo que sea, con nosotros. Necesitamos que diga que nos quiere. A nosotros, y lo demuestre ante el mundo... ¿o no? 

Por muy claro que tengas una idea sobre tu relación. Por muy seguro que estés de las intenciones de la persona con la que te encuentras, nuestro ego se siente muy reconfortado cuando terceras personas pueden verlo. Personas con las que, quizá, no estamos en consonancia, o en confianza. Personas que pueden, incluso, representar una amenaza para nuestra sensatez. 

Con las redes sociales todo esto ha dado un giro totalmente inesperado. En redes sociales contamos lo que queremos, lo mejor que nos pasa..."pero sin venirnos muy arriba" no vaya a ser que se nos joda el invento y tengamos que recular. Dar marcha atrás. Como si se tratara de un aumento de dividendos en una sociedad de capital sometida al juicio del mercado de valores. 

Y es que... ¿Por qué pasa esto?  ¿El del amor propio? ¿Qué clase de enfermedad nos lleva a necesitar ser reconocidos por terceros? 

Nada mas y nada menos que la debilidad de sentirnos seres sociales. Inmersos en algo muy cambiante, que puede llevarnos a lugares muy tóxicos si dejamos que nos coma terreno.
Quizá la clave sea claudicar ante la presión.
Adaptarse al entorno para sobrevivir, hacerlo tuyo y disfrutarlo.
Quizá no haya que irse muy lejos para hacer sentir especial a otra persona. Basta con los detalles de siempre. Con la vieja escuela. Las manos que se entrelazan sin pensar mientras los pies caminan paralelo por una calle llena de gente.
Las miradas que se buscan en el silencio de una reunión. La complicidad entre dos personas cuando un tercero hace un comentario sobre algo que han hablado antes.
Compartir la vida también
pasa por buscar maneras nuevas de hacer sentir especiales a las personas que nos rodean.

¿Cuáles son las tuyas?

lunes, 25 de febrero de 2019

La chispa que lo incendió todo.

Los seres humanos viven llenos de energía, pero a veces se nos olvida lo mágicos que podemos ser. La piel nos cambia de color al sol. El pelo se nos aclara. Las manos se adaptan a nuestro trabajo. El cuerpo se acostumbra a levantarse a una hora cuando tenemos puesta una alarma durante mucho tiempo. Nos sale agua de los ojos cuando estamos muy tristes o muy contentos. Somos capaces de transformar un tomate en energía. Cuando nuestra piel se estira, el mar se hace dueño de nosotros,  aparecen las olas en formas de estrías. Las sonrisas se nos acumulan en el borde de los ojos, anunciando a los niños que somos de fiar y a los adultos que somos felices.  Nuestro cuerpo rompe a bailar sin control cuando nos dan una noticia que nos alegra el alma. Equilibramos nuestro sistema simpático y parasimpático suspirando.  Damos calambre... y sufrimos chispazos que provocamos nosotros mismos. 
De repente algo se acciona en nuestras cabezas. Es un breve pensamiento. Lo descartamos por imposible, pero su estela permanece, hasta que cobra fuerza y lo incendia todo. Esos chispazos, aunque no los veamos a corto plazo, aunque ni siquiera nos damos cuenta... existen. Existen y son los causantes de las cosas buenas que hacemos que nos pasen. 

Son chispas que incendian bosques de amargura y desesperanza, si los alimentamos dejándolos airearse. Prendiéndolos con alfileres en nuestro pecho. Llevándolos a cabo. 

Benditos chispazos que son contagiosos y llevan el mundo inevitablemente a ser un lugar mejor. 

jueves, 14 de febrero de 2019

Tu auditorio.


Un auditorio vacío.
Y tú de pie en el centro. Recorres la vista por los asientos y van a apareciendo nombres de personas mientras piensas en todos aquellos que ayudaste alguna vez.
Unos nombres no te suenan. Son los padres a los que ayudaste a subir el carro del bebé al autobús. Los ancianos o niños a los que cediste tu asiento en el metro. El vecino al que ayudaste con la compra por las escaleras de la entrada a tu bloque.
Otros son nombres de las personas a las que avisaste cuando viste que se olvidaban algo en la mesa, o se dejaban la cartera.
Otros son nombres de las personas a las que le diste una limosna. O aquellas a las que ayudó tu aportación a la ONG de la que te hiciste socio porque un comercial te abordó en medio de la calle.

Y... ¿qué mas nombres aparecen?

A no ser que seas un ingeniero que se dedique a hacer la vida de los demás mas fluida y sencilla, mas cómoda. O un investigador que se encuentre en un laboratorio inventando nuevas formulas y mejorando herramientas para detectar enfermedades como el cáncer o el alzheimer de forma mas rápida. O un psicólogo que ayude a sus pacientes a entender cómo gestionar todo aquello que les desborda... A no ser que seas alguien tan excepcional tu auditorio estará completamente vacío.

Porque has pasado tu vida preocupándote exclusivamente de ti. Tu felicidad, tu dinero, tu ropa, tu coche, tu casa, tus amigos, tus enemigos, tu pareja, tu ex... Todo para ti y por ti. Y has perdido la capacidad de añadir nombres a tu auditorio, porque has dejado de pensar que puedes llenarlo. Has olvidado tu capacidad de influir en el mundo de otras personas, porque coca cola hace ver en sus anuncios que solo las multinacionales con mucha pasta pueden darnos la felicidad embotellada. Y hemos dejado de creer...
Ya no creemos en nuestra capacidad de hacer de nuestra vida algo que merezca la pena. Hemos perdido la capacidad de sacrificar nuestro ego por los demás. Que no digo nosotros, no hablo de descuidarnos. Hablo de sacrificar nuestro ego. Ese que nos dice que tenemos que ser mas que el otro, tener mas que el otro, preocuparnos únicamente por nosotros... Y todo porque el EGO nos dice que nunca seremos los mejores, no seremos Gandhi o Teresa de Calcuta, o el que encuentre la cura del parkinson y nos da miedo no ser los mejores incluso en algo tan bizarro como  "salvar" al mundo.

Y se nos olvida que al final todos seremos abono para la misma tierra. Qué mejor que irnos de esta vida sabiendo que tenemos un auditorio lleno de nombres cuyas vidas han sido, al menos
un poquito, mejor gracias a nosotros.
Hay mucho mas por hacer de lo que pensamos.
Y nos corresponde a nosotros decidir de qué forma queremos pasar por este mundo.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Todas las edades que habitan en ti.

 ¿No sería fantástico poder sentarte a tomar un café con otras versiones de ti mismo? 
Con tu versión de los cinco años, tu versión de los 10, el joven de 25, el adulto de 50 y el anciano de 85... poder sentarte a charlar con ellos supondría conocer personas diferentes. 


¿estará orgulloso el niño que eras del adulto en el que te has convertido? 
¿será el anciano mas sabio que el joven o habrá perdido toda su magia? 

Creo que a todos nos gustaría ver que nuestras versiones futuras son mejores que las actuales, que las actuales son mejores que las pasadas. Pero son simplemente diferentes. No por aprender cosas nuevas debemos rechazar todo lo vivido o experimentado anteriormente. Ni debemos caer en el el olvido de nuestros baches y partes bajas, porque de ahí salió lo que a día de hoy somos. 

De la misma forma en que no podemos estancarnos en lo que somos ahora mismo e intentar no cambiar nunca. Intentar permanecer estables en un mundo en el que la única constante es el cambio continuo. Sería un error. 

Reconciliarnos con nuestro pasado muchas veces es el primer paso para comenzar a apreciar lo que somos. Lo que sentimos a día de hoy. Y en cómo vivimos nuestros días, de qué cosas están llenas nuestras rutinas, se encuentra la clave de nuestro futuro. Lo que hacemos hoy por pequeño que sea cambiará lo que vamos a ser dentro de 10 años. 

Si nuestra vida es un continuo "aguante", un continuo "soportar" ¿qué vamos a dejarle a nuestro yo del futuro? Una losa sobre la espalda y la idea de que nuestra existencia puede resumirse en días continuados iguales a los demás. Quizá llegue un momento en el que seamos capaces de echar la vista hacia atrás y ver que en ese momento estábamos soportando mucho, pero no eramos conscientes, lo llevábamos con la alegría que nos da la ignorancia. 

Como quizá nunca tenga la oportunidad de sentarme con mi yo del pasado dejo notas para mi yo del futuro, para poder releerme. Ver que pensaba, seguir conectada a las cosas que consideré importantes, a las cosas que aprendí y que no quería que volvieran a repetirse u olvidarse. Un error puede perseguirnos siempre, pero solo seremos capaces de superarlo cuando lo aceptemos y nos quedemos con la lección, el aprendizaje, lo que nos enseñó.

 Quizá no pueda tomar café con mi yo de hace unos años, pero siempre podré volver a esa persona a través de lo que escribió. Y de esa forma permanecer conectada con todas las edades que habitan en mi. 

miércoles, 30 de enero de 2019

Mujeres que compran flores.

Porque amar era sencillo, continuó casi en un susurro... Cuando dos personas se encontraban con todos los ingredientes en las manos, amar así lo era. 



Y la vi. Claramente. Se asomó a su rostro una chispa de aquella luz que una intentaba prenderse dentro:

- Ah, Marina... si los hombres supieran que por reconocer sus sentimientos en público o en privado no pierden su hombría, muy al contrario, la ganan... - Observó casi con ternura a un grupito de chicos que habían tomado el relevo a los de La Dolores y cuchicheaban mirándonos como adolescentes. - Que les hace grandes, no pequeños. Fuertes y no vulnerables. Cualquiera que haya vivido con esa naturalidad un sentimiento así sabe que te hace escribir mejor que nunca, ser mas luminoso que nunca, mas feliz, mas fuerte, mas indestructible... El que ha sabido amar así sabe que no te hace esclavo, sino más libre, no te hace débil, sino poderoso. Suma, no resta. El que no sabe amar así debería llamarlo de otra manera.

sábado, 26 de enero de 2019

El amor es paciente, es bondadoso. 
El amor no es envidioso ni jactancioso, ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoista, no se enoja facilmente, no guarda rencor. 
El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. 
Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.


El amor jamás se extingue.
Siempre y cuando haya dos personas dispuestas a amar.

jueves, 24 de enero de 2019

Es curioso cuando la gente tiene claras ciertas cosas que no quieren vivir contigo.
Quizá sea por lo bien que te conozcan "yo no te llevo a escalar sabiendo el vértigo que tienes". O quizá sea por lo bien que se conocen a ellos mismos "yo no te llevo a escalar porque estaría mas preocupado por ti que por mi escalando". Y normalmente no pasa nada. No hay mayor drama... ¿o si?

Compartir es vivir, dice todo el mundo. 
Pero ¿hasta qué punto? ¿En qué momento dices basta? 
Y lo mas importante... ¿Por qué tendrías que decirlo? 


La vida da mucho vértigo para los que asumen que el cambio siempre va a ser a peor. Para los que son felices y no quiere mover esa situación. Pero aún da mas miedo para aquellos que entienden que el cambio es algo imprescindible, algo necesario, pero que temen no ser capaces de manejarse una vez mas. De tener fuerzas para salir airosos y reinventarse ente tanta incertidumbre. Y es que quizá, simplemente, han tenido mucho tiempo para pensar. 

domingo, 6 de enero de 2019

A vosotras.

Hoy hemos salido, como solemos hacer los días de reyes, para ir a casa de la abuela. Cuando éramos niñas era el sitio donde se completaban nuestras listas de regalos, y ahora es donde cada vez que vamos podemos ser conscientes de la suerte que tuvimos, porque el regalo, era la abuela. Esa mujer que parió eternidades, una detrás de otra.

En ella llevábamos a su madre también. De la que habla siempre con cariño. 8 años de amor y 86 huérfana y aun así, la recuerda cada vez que puede.

- Manu, mamá ha muerto. - le dijo su padre a la criatura. - Ven a verla.

Y allí la llevaron. Y así lo cuenta. Sin mayor drama, sin mayor misterio. La vida, como siempre ha sido capaz de aceptarla. Ella, tan regalo como nunca.

Mis regalos siempre fueron la abuela y nuestras tías. Creo que el crecer rodeada de mujeres fuertes me ha llevado a tener la absurda impresión de que puedo conseguir lo que me proponga, que por mucho que pase el tiempo, las ganas, la alegría y las personas, siempre conseguiremos hacernos reír.

Nos gusta, incluso a día de hoy, estar juntas. Juntas pero diferentes. Mujeres, al fin y al cabo, con toda la magia que puedes encontrar dentro de un ser humano. Vidas anteriores, vidas pasadas, vidas leídas, vidas soñadas. De todas las mujeres que habitan en mi, como decía Vanesa Martín en una de sus canciones, muchas llevan grabado a fuego la risa de mi tía, la voz de mi abuela, severa cuando rompíamos algo, dulce cuando nos despedía, los gestos de mi  madre, el fino humor de mi hermana, la curiosa forma de existir de mi tía la mediana, como doblaba los billetes de diez euros que nos regalaba por nuestro santo en el zapato, o la tozudez de mi otra tía cuando no quería hacer algo que debía.

Mujeres que nos han dejado en herencia la fuerza y las ganas de vivir. Mujeres que perdieron a sus hijos, que lloraron a sus hermanos, enterraron a su padre, y se dieron cuenta de que no hacía falta tener un hombre en casa para salir hacia delante. Mujeres a las que el tiempo les enseñó que aun cuando menos te lo esperas dos desconocidos pueden darte una paliza a la hora de ir a trabajar, temprano por la mañana, con el uniforme. Sin fiesta. Sin tacones. Sin borrachera. Y que pese a todo eso, llegaron ese día a trabajar.

Mujeres que se negaron a dar sus hijos en adopción cuando la vida las quería llevar por otros senderos. Y ellas, altivas, dijeron que no. Mujeres que no se ajustan a la verdad cuando el mundo les parece demasiado poco poético. Y les da igual porque realidades tristes hay muchas, ellas quieren la Alegría.

He aprendido mucho de esas mujeres. A día de hoy sigo aprendiendo. Interpretando gestos. Sabiendo leer miradas, que, como me enseñaron desde niña, dicen mucho mas que las bocas. En los ojos se esconde la verdad, desde siempre. Pero si das con una mujer fuerte, con una que ha batallado sin armas y ha salido de guerras a rastras pero ilesas gracias a la rebeldía de decir no a la desolación, quizá en esos ojos no puedas leer tan fácilmente. Quizá solo te dejen ver, lo que ellas quieren que veas.
Ten por seguro, que intentarán, esos ojos dicharacheros, engañarte muchas veces. En la mayoría de las ocasiones, por tu bien, en otras, para no agravar el daño.

No insistas en conocerlas. Las mujeres de las que hablo y llevo por bandera no son nada del otro mundo. No son excepcionales, mediocre diría incluso. De la media. Pero es que dentro de la media, tienen ese matiz que las distingue, esa cicatriz que marcó un antes y un después, el recuerdo cálido de ellas que ni siquiera la muerte ha podido borrar.

Estáis, en un día
tan especial, conmigo. Todas. Os siento cerca. Y aun cuando no estáis os quiero. Aun cuando llevo mas tiempo de mi vida sin vosotros que con vosotras, aquí estáis. Prendidas con imperdibles de acero, que no alfileres. Cosidas con cuero y tirando de mi hacia delante.
Tanto tiempo como duren nuestras vidas.

martes, 1 de enero de 2019

El efecto rebote de vivir.

Qué fácil nos resulta, de vez en cuando, tomar decisiones sobre las opciones de personas que no somos nosotros. El fantástico "si yo fuera tu". Que podemos manifestarlo y llevarnos un rotundo porrazo metafórico. O llevarlo como banda sonora de nuestra vida, como una cancioncilla en nuestra cabeza "si yo fuera él habría..." y rellenas al gusto. Me parece que desde luego sabemos ponernos en el lugar del otro. Nos resulta sencillo. Como seres egocéntricos que somos nos colocamos ahí.

Pregunta a cualquier crío cuando ve una película quien es él/ella. Seguramente te dirá que es el protagonista o un amigo muy cercano al protagonista. Cuando vamos creciendo nos resulta mas sencillo identificarnos con otros personajes pero nos ponemos ahí. Voilá.
O incluso vamos mas allá y nos ponemos un peldaño mas arriba.
Como si del mismisimo Dios de la película nos tratásemos, nos ponemos en papel del director. "Pues yo esto lo habría desarrollado de otra forma..." "en esta escena falta..." "pues yo habría terminado con...".

A todos se nos da bien dar consejo para la vida de los demás. Y ver sus carencias, lo que debería mejorar, lo que debería potenciar, de qué forma hacerlo. Tanto es así que si somos un poco mas quisquillosos que el resto nos haremos planificadores. De eventos, bodas, bautizos, comuniones... todo lo que sea necesario para no ceder el control de lo que está pasando a nuestro alrededor.

Considero que esa necesidad de controlar lo que tenemos fuera se debe a que, en realidad, no somos capaces de controlar lo que llevamos dentro. Y es una mierda: porque perdemos de vista las cosas importantes. Cosas tan sencillas como dar este paso "trascendental" que llevamos a cabo cada 365 días, que sin darnos cuenta hemos dado la vuelta al sol y ya estamos en enero otra vez.

Total.
Que llega otra vez el momento de revisar y hacer balance.
A pesar de que pueda parecer que es un autentico rollazo y que no sirve para absolutamente nada,
¡es genial!  Parar y hacer balance. "Ésto es bueno, ésto no, con ésto me quedo, ésto lo borro. Ésto lo volveré a hacer, ésto no..."

Pueden quedarnos listas muy divertidas, nuestras, no de los demás. No de los protagonistas de nuestra serie/película preferida o de nuestro ídolo ya no tan adolescente.

El problema está en que posiblemente, después de proponernos algunas cosas que con toda nuestra buena y resacosa intención nos hemos propuesto, no volveremos a hacer este balance hasta que hayan transcurrido otros 365 días. Eso con suerte, si no tiramos la lista en mayo porque pensamos que no hemos conseguido nada y que contemplar esa lista en diciembre solo traerá drama a nuestra vida.

¿Pero qué me diríais de volver a mirar nuestra lista en... 30 días? y ver cómo llevamos las cosas. Qué nos ha dado tiempo a hacer, qué no, qué nos ha costado trabajo. Qué cosas nos estamos pensando mejor... quizá si hiciéramos este balance cada poco tiempo seríamos mas capaces de ver resultados, de conseguirlos.

Porque bien puedes proponerte ir al gimnasio 3 veces por semana pero que si no te pones el despertador, no te levantas y no te vas al maldito gimnasio, dentro de 1 año probablemente veas que no has ido mas de 4 días. Y a la greña contigo misma.

¡Coño ya! que se supone que todas estas metas y propósitos
están para hacernos mas felices y acercarnos a la persona que queremos ser. No son un arma arrojadiza contra nuestro yo del futuro ni un instrumento de tortura medieval con el que hacernos sentir un asco con nosotros mismos y odiarnos muy mucho.
Que se supone que esta vida tiene que ser mucho mas fácil, y no tiene tanto truco por favor, lo que pasa es que complicarnos de sobremanera por alguna extraña razón le parece adecuado a nuestras pequeñas y espabiladas neuronas.

Piensa en un momento en la lista de propósitos que puede haber hecho tu hermano, tu pareja, tu padre... los conoces, sabes lo que hacen y lo que no. Normalmente convives con ellos y serías capaz de, si te dieran la dichosa lista, hacer una porra muy acertada sobre qué cosas iban a conseguir y cuales quedarían olvidadas en el fondo del armario.

Todo esto pasa porque los juzgas en función de sus acciones, no de sus intenciones. Y es que la acción mas pequeña (salir a correr hoy, o hacer dos sentadillas) vale mas que la intención mas grande (de apuntarte a un gimnasio en cuanto comiences de nuevo la rutina).
Precisamente esos son los ojos con los que deberás ver tus propósitos, y tus comienzos y tus aciertos y tus errores. Puede que no consigas dejar de fumar de hoy para mañana, pero pasar de fumar un paquete diario a un cigarro al día es un inicio. Y pasar de fumar 7 cigarros a la semana a fumar 4 también lo es, por muy pequeño que nos parezca este esfuerzo.

Estamos acostumbrados a que, con las dietas (al igual que con millones de cosas que nos proponemos), nos hablen del efecto rebote. Me río yo de los que temen este efecto rebote. ¡Al menos es algo mas que la inmovilidad! Y es que este "efecto rebote" no es mas que una comprobación de que algo estaba cambiando dentro de ti.

No temas al efecto rebote. No temas a hacerte propósitos nuevos, muchos y variados, no temas a tirar la lista al cuerno y comenzar a actuar como piensas antes de que empieces a pensar como actúas. Y contagiate. No dejes nunca de contagiarte de esta magia de haber dado una vuelta al sol junto a la gente que te rodea.

Cuando pase un año, y veas todo lo que has trabajado en ti mismo, lo que has conseguido, estoy segura de que te sentirás orgulloso de, al menos, haber tenido la valentía de atreverte a vivir, de pensar que aun se puede cambiar, que este mundo puede ser un lugar mejor. Que puedes ser una persona mejor para el mundo que te rodea.

La vida es muy corta para agobiarse por ir o no al gimnasio. Pero es muy larga si la pasamos en un cuerpo que no somos capaces de amar. La vida es muy corta para dejar de fumar de un día para otro. Pero quizás conozcas a tu alma gemela con una edad mas elevada y seguro que querrás arañar cuantas horas te sean posibles pasar a su lado, esas que ahora acortas con la droga. La vida es muy corta para preocuparse por las relaciones mas astilladas con gente que nos importa, pero es muy larga si los problemas que tenemos/tuvimos en esas relaciones nos impiden hacer nuevos lazos afectivos sanos.


La vida es muy corta para el que disfruta y muy larga para el que sufre. 
Si tienes la suerte de estar disfrutando, bailemos. 
Si sufres, hay dos manos
dispuestas a actuar. Las encontrarás al final de tus brazos. 






Cuidarte también es proclamar que no puedes.

 No puedo sola.  Esto es demasiado complicado.  Necesito ayuda.  Qué buen día para estar orgullosa de todo el progreso que he hecho.  ¿Qué e...