Qué digo, no más feos. Sin gracia, vacíos, inútiles, poca cosa.
Como si fuera todo o nada. Me gustan las combinaciones de colores que tiene mi café, desde el negro hasta el beige mas roto, en función de la leche que añadas. Lo irónico de estos conjuntos armónicos que te hacen gozar, es que es muy complicado conseguirlos. Es como esperar la tormenta perfecta, o abrir el spotify y que buceando en sus aguas encuentres la lista de reproducción que se ajuste completamente a cómo te sientes en ese momento.
Es la sensación de ver a uno de los tuyos, de los que llevas unido al alma con imperdibles (de esos que hay que abrir cuando decides que esa persona se vaya) pero sin embargo estáis tan bien. Tan unidos, tan juntos.
Y es que con la gente que tienes en los imperdibles hay que tener cuidado. Porque si tiráis a la vez, el desgarro puede ser brutal. Las heridas que dejan, abiertas de un mal tirón, no cerrarán nunca. Se pudrirán por dentro mientras que las intentarás secar con agua de mar y al sol. Cuando lo que necesitaron fue que nunca se abrieran.
Si tienes un imperdible prendido al pecho, que une parte de ti con otra persona, no tires, por favor. Aguanta. Paraos, decidid abrid el imperdible y desengancharlo juntos. Será mucho mas difícil, quizá mas doloroso en ese momento, cuando lo único que queremos es alejarnos, no acercarnos mas, pero es necesario ese momento. Porque a la larga, con vuestras dos heridas de guerra curadas, podréis volver a veros, y no habrá putrefacción, no habrá mas que dos pequeñas cicatrices en cada uno. Las del recuerdo. La que corresponderá al cuerpo, a su olor, a sus manos rodeando tu cintura, apretando tus caderas, agarrando con fuerza la vida. Y la del alma, la que llora por el cómplice perdido.
Pero por dentro, estarás sano. Y podrás, en algún momento, seguir constituyendo un conjunto armónico. De esos que me gustan mas, que las piezas por separado. Como tu y yo, a quienes prefiero, sin ninguna duda: Juntos.
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