Comenzó a reírse.
- ¿Quien ha puesto el cigarro encima de la mesa?
- ¿Perdona? - contestaron los aludidos en la barra.
- Sí, que quien ha puesto este cigarro en la mesa.- Volvió ella a la carga. Moño desecho, voz tomada. Podía oler su aliento desde mi mesa en la otra punta del bar, ginebra. Llevaba bebiendo un tiempo, con las amigas. Podías ver en sus ojos la chispa de la niña que fue.
- Nosotros no hemos sido.- contestaron dos hombres maduros de edad. El camarero, un joven que se había enlazado con ella en una discusión tensa hacía unos minutos con la misma mujer la miró escéptico.
Había otra mujer en la barra, era mayor, sus arrugas en la comisura de la boca y en los ojos derrochaban la felicidad acumulada. Era hermosa pese a su edad. Podías llegar a su corazón si mirabas detrás de sus gafas.
La escena era curiosa. La mujer volvió a preguntar-
- Bueno chicos, pues el que haya dejado el cigarrillo en la mesa que venga y se siente con nosotras.
Los hombres se miraron divertidos y después miraron a la mesa, la supuesta hermana, la amiga de su hermana y alguien mas que la mujer citó entre hipidos. Yo me reí por dentro, abrí mi paquete de nobel al que le faltaba el cigarrillo que acababa de dejar en su mesa y acepte mi invitación.
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