sábado, 24 de octubre de 2015

Todos los derechos que crees tener sobre mi al ser mi pareja y realmente no tienes.

Ultimamente me trae de cabeza todos los derechos que crees, bueno, más bien creías, tener sobre mí al ser mi pareja y cada vez estoy mas convencida de que no, no los tienes.

En una sociedad hecha por y para los hombres, en la que la mujer sigue actualmente condicionada a lo que una polla piense de ella, creo que es hora de empezar a quejarse por esto. Y no hablo de escribir una entrada en el blog como estoy haciendo, que... ¿Porque no? Hablo de plantarse frente a esa persona y comenzar a, asertivamente, poner puntos sobre las íes.

Hay muchos derechos que creias tener sobre mi y realmente no lo tienes. Aunque yo, en mis inicios de mujer carente de conciencia de sí misma como persona entera y no necesaria de completar, creía que sí. Uno de ellos era el de darme tu opinión sobre mi ropa.

Puedes opinar sobre mí, si, yo al principio tambien lo hacía, opinaba sobre ti. Coincidimos en que había prendas de ropa que nunca nos pondríamos y que había prendas que no nos gustaban para el sexo opuesto. Hasta ahí no tenía ningún problema. Todo empezó cuando me importaba lo que dijeras sobre mi ropa. Cuando me gustaba una blusa y no me la ponía porque sabía que a ti no te gustaba, la odiabas o "no querías que me la pusiera para salir conmigo". Y tú, compañero mío, no cambiaste tu modo de vestir por muy horrendo que me pareciese. Y hoy día, me sigue pareciendo así.

Otro derecho que creías tener sobre mí y no tienes es el de decidir a qué hora, qué día salgo. Soy autosuficiente para hacer mis planes. No vivo contigo. No tienes que esperarme para cenar. No necesito una secretaria. Se administrar mi tiempo, mis planes, mi compañía y mi vida. Sola. Y NO me hace falta tu ayuda.

Tampoco tienes derecho a hacerme sentir mal, a dudar de mi cuando te digo, o decía (aunque las dos palabras en sí no van a cambiar nunca) que te quiero, o quería, o te sigo queriendo. Aunque esas sean tres.

No puedes, no debes, hacerme sentir mal porque un fin de semana tenga mejores cosas que hacer, o cosas mas prioritarias que echar horas y horas en silencio en una cama porque hay gente fuera. Y te mentiría si no admitiese que me encanta estar en una cama contigo.

Crees que tienes derecho a ponerte del lado de mis padres como si fueras uno más de la familia y no. No lo tienes, por mucho tiempo que llevemos, por muchos años de casados o hijos o nietos. Me da igual. No perteneces a mi núcleo familiar mas cerrado, no eres ni un segundo padre, ni un hermano, ni siquiera un primo. Y aun así mis primos no deben meterse en esto. No estamos hablando de aquellos fáciles años para vosotros en los que la chica pasaba de la tutela del padre a la del marido, o hermano o cuñado, o hijo. NO. Puedes escucharme, puedes darme tu opinión, puedes hacerme ver que quizás me estoy equivocando, pero nunca tratarme como una cría por ganar esa complicidad con tus suegros.

No tienes derecho a obligarme subliminalmente a no quedarme con mis amigas porque quieres que estemos solos bajo la amenaza implícita del enfado al día siguiente. Y por supuesto NO tienes derecho a juzgarlas por los errores que hayan cometido en el pasado, porque ese derecho no me lo permito ni yo y tú no eres mas que ellas para darte golpes de pecho en cuanto a moralidad, chulo.

Y estos son, aunque me falten algunos de los que prefiero no acordarme, todos los derechos que creía que tenías sobre mí y te he dejado tenerlos aunque realmente, no los tienes.

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