viernes, 9 de octubre de 2015

Siguieron andando diez pasos más cuando el se detuvo.

- Bueno, yo subo ya. - Ella miró hacia arriba asombrada.
 - ¿Vives aquí?
- Sí, con unos amigos.

Era su mismo portal. 

- Yo también me quedo aquí. -  dijo ella con la voz ronca. ¿Cómo no se había dado cuenta de que estaba volviendo a casa?
- ¿Aquí? - ahora lo miraba el divertido.
- Que si - se forzó a sonreír ella.- que yo también
vivo aquí.
- Estupendo, y  ¿en qué piso vives?
- tercero.
- sin ascensor
- gimnasio gratis.

Ambos sonrieron. Ella se maldecía por parecer tan estúpida en la puerta de su casa. El rezaba para que ella no quisiera ir a "su casa". 

- En fin.- Dijo ella.- creo que es mejor que suba, va haciendo frío.

La ropa mojada se le pegaba a la piel y el frío a los huesos. 
Sintió como sus ojos aprovechaban y recorrían su cuerpo de abajo a arriba. 

- Tienes razón, pasa, sube. 

Se cruzaron en el portal y ella se quedó observándolo, metió la mano en el bolso y se puso a buscar sus llaves dando dos pasos hacia atrás. Era alto y moreno, cambien de piel, parecía que acababa de llegar de la playa. Tenía cara de hombre pero a la vez era dulce, transmitía seguridad, y sus ojos. Cualquier mujer del mundo habría deseado que esos ojos le cantaran a ella. 

- Encantado de conocerte.- le extendió la mano él como despedida. Ella se quedó mirándola unos segundos hasta que la aceptó. 
- Buenas noches.- susurró ella, y con las piernas temblonas y  dejándose las bragas en el suelo comenzó a subir las escaleras. 




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