Y de repente pierdes en el único juego que creíste ganado. Y lo pierdes a él. No lo pierdes, lo matas. Lo echas, lo repudias, lo rechazas, lo aborreces. Y en un instante muere tu confianza, en el mismo muere tu alegría y tu relación se resquebraja en mil pedazos.
Es preciosa la palabra resquebrajar, quien dijera bien la r.
No quieres mirar a la cara del que te ha traicionado, así como no puedes mirarte a la cara cuando estás haciendo algo que daña a las personas que mas quieres. Que te dañan a ti mismo.
Y lo peor no es eso. Lo peor es cuando confías en que alguien se va a dar a valer y no lo hace, y ves que todo el respeto que tenía por tu parte ya no lo tiene. Y que no te parece tan admirable su comportamiento. Que ya no crees en charlas motivadores sobre uno mismo, la familia y su unidad. Que ahora tienes que empezar a creer en ti misma y sacarte tus castañas del fuego porque ya son tuyas. Tuyas y de nadie mas.
Así es la vida. Creces cuando aprendes a mantener la calma en situaciones de histeria colectiva. Creces cuando controlas un ataque de ansiedad en medio de la calle. Creces cuando, y me duele decirlo, perdonas.
Yo creo que tanto, no voy a crecer.
Que te jodan.
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