En ese momento las piernas le fallaron y cayó desplomada al suelo.
- ¿Estás bien?
Oyó que una voz le hablaba pero ella no quería saber más, solo quería dormir, rogaba a Dios que la dejase descansar una noche sin pensar en él. Pero Dios se había empeñado.
- ¿Ya estamos en las mismas? - preguntó una voz dentro de su cabeza.
- ¿Qué te pasa ahora? Estoy desmayada, déjame en paz ¿no? - se contestó a si misma. - Ni si quiera medio muerta puedo encontrar la paz que tanto ansío.
- El problema es que la guerra te la das tu misma, te empeñas en echarle las culpas a Dios sin saber que eres tú la que no te deja dormir, es tu cabeza, soy yo misma hablándote ahora. ¿No has pensado en suicidarte? Quizás así nos callaras.
- ¿¡Suicidarme!?
- Si, porque tu vida es, según tú, una mierda, no le ves sentido a nada de lo que haces ni de lo que dices, no te esfuerzas por superarte a ti misma, estás perdiendo esta guerra por muchas batallas que hayas vencido anteriormente, no te sirve de nada. No eres capaz de sonreír por y para ti, dependes de la comida o del tabaco, o de un ordenador para escribir lo que no te atreves a gritarle a el simpático a la cara... ¿Ves? Ni si quiera eres capaz de poner su nombre aquí. Has tocado fondo, y no vas a salir. Suicidate.
- ¿Sabes? Puede que tengas razón, puede que esté mas cansada de lo normal, que este mal tiempo me amargue pero... ¿Sabes que te digo? Que soy una luchadora, y que amor mío, cabecita loca, Rocío, cuando toco fondo lo único que sabemos hacer las luchadoras, es salir a flote.
No hay comentarios:
Publicar un comentario