martes, 27 de noviembre de 2018

La cama vacía 
y en la mente la necesidad de soñarlo todo.
De vivir desde fuera. 
De sentir sin que duela. 

No quieres ganar el mundo...
¿dónde lo guardarías?  
Al final todos estamos hechos de un poco de lo mismo 
Nieve derretida y polvo de estrellas. 

Y es mas bonito pensar en esos términos 
que en los de agua y barro. 
Porque la vida es lo que hacemos de ella. 
Lo que pensamos. 
En lo que ocupamos nuestra cabeza 
mientras estamos despiertos. 
(si es que no te has quedado sin tiempo).

Que sí, que sí. 
Que para dormir tendremos la eternidad. 
Pero que no me lo digan cuando mi frente reposa en el hueco
 que hace tu espalda cuando, dormido,  te tumbas de lado. 

Cuando puedo pasar la mano por tu cintura y
 sentir que estás vivo
que das el mismo calor 
con el que haces latir mi pecho. 

Cuando me muevo y espero expectante a que amanezcas. 
A que vuelva la vida en ti. 
Sin querer moverme para no romper el hechizo 
que supone que vuelvas a ser persona. 
Ver como nacen, de nuevo,  tus ganas de mi. 

Ya te he hablado de esto. 
Pero cómo resistirme a saborear en mi cabeza 
momentos tan placenteros, 
como lo son las camas contigo, 
sin sexo, cuando lo que abunda es el amor subsconsciente, 
el que nos lleva a despertarnos en mitad de la noche 
si sentimos al otro que se va. 
Almas que extrañan a sus complementarias...

Para dormir tenemos la eternidad, 
pero ver como tiras de mi hacia la cama
cuando por casualidad me encuentras vestida
me abrazas y te resistes a verme marchar

Que contrariedad, amor mío,
cuando todo esto existe,
tener que despertar sin ti. 



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