domingo, 28 de febrero de 2016

Camino.

Entre toda la luz irradiada al mundo, ahí estaba yo, ahí estábamos juntos.

Qué fácil me ha sido siempre creer en mis cosas buenas por encima de las malas, que sencillo resulta ser la luz que ilumina otros caminos... y cuánta pereza da en ocasiones. Pero no era eso lo que venía a contar, no ha sido eso lo que me ha tenido en un duermevela intenso toda la noche.



El descubrimiento tan hermoso que hice ayer rompe con la mayoría de cosas que tenía en mente. Ayer descubrí la forma tan mía que tengo, de dejar que el frío, la noche y el invierno tardío se apoderen de mi, me cambien el ánimo y me manejen como un muñeco malhumorado. Ayer descubrí, la forma tan suya que tiene de espantar a esos demonios y mantenerlos alejados. La forma tan suya de devolverme al hogar que son sus brazos cualquier noche del año. De quererme sin remiendos ni tapujos. De resolverme inquietudes, de cuidar de que mis desvaríos lleguen a buen puerto. De velar por mis insensateces y conseguir, como con todo en esta vida, hacerlo suyo.

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