Abro el grifo y dejo el agua correr hasta que me cubre el tobillo. El agua está fría, pero pienso que es un buen remedio para la resaca que supuestamente debo tener.
Si me duele la cabeza no es por eso. Es por pensar. Duele. Sobre todo cuando sabes que no lo has hecho bien.
Saco los pies y cierro el pestillo mojándolo todo. Me da igual. Cierro la ventana. Me paro a escuchar la música del salón y cojo el paquete de tabaco. Me vuelvo a meter en la bañera sentándome solo con la parte de abajo del bikini. Me gusta estar morena.
Pienso. Y me duele porque me acuerdo de otra piel, más suave que la mía, si cabe y de unos labios carnosos que sabían tan bien...
Enciendo el primer cigarrillo y empiezo a fumar, me gusta esa sensación. Saco un pie del agua y me estiro.
La bañera es pequeña, no como aquella eslovaca... hermosa espuma.
Miro el humo y la rapidez con la que se consume el cigarro y entonces me doy cuenta. la cabeza deja de darme vueltas y todo encaja bien. La vida es como un cigarrillo encendido se va consumiendo, fumes o no. Y en ese instante me doy cuenta de que si yo no vivo mi vida nadie va a vivirla. Salgo de la bañera y me dispongo a vivir.
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