- ¿Qué tengo que hacer?
- Tienes que querer meterte en la gota.
- Quiero.
- Mira hacia arriba.
Tenía razón, podían meterse en cualquier gota de agua que se les antojara. Caían mojandoles los párpados, la nariz. Se le colaban en el escote y no entraban debajo de la falda por casualidades de la gravedad.
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