Y así guardar tantas veces como sonríes al verme.
Le dí la barra de labios roja y la miré mientras se pintaba. Se sabía envidiada, envidiada y admirada, o acaso puedes enviciar algo que no admiras, o admirar algo que no envidias ¿?
No puedes.
Llevaba puesta esa camiseta de baloncesto ancha que le había dejado y lo quedaba tan jodidamente bien... me cansé de verla maquillarse. La tiré en la cama. Ella se puso tensa y luego rió. Llevé mis manos a sus rodillas y las abrí mientras me metía en medio y subía las manos por sus muslos... Llevaba los encajes que tanto me ponían pero esta vez no me detuve, seguí subiendo, su cadera, su cintura, su ombligo... Me agarré de su pecho como nunca nadie lo ha echo, para ese entonces su respiración era lo suficientemente entrecortada para que el color rojo de sus labios me distrajera de mi objetivo, cuando la tenía tan cerca que casi sentía correr su sangre por mis venas. Entonces la miré. Y ne ese instante supe que nunca podría penetrar a ninguna tía como su mirada me penetró aquella vez. La sentí mía, y yo fui suyo, esos segundos que fueron eternos y trastocaron nuestra vida nos cambiaron.
Nos hicieron libres y esclavos a la vez. Nos mataron y nos resucitaron mil veces, hasta que nos hicimos inmortales.
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