lunes, 9 de mayo de 2016

Algunos findes de semana, cuando era una cría mamá me dejaba quedarme hasta tarde con ella en el sofá, quizás viendo algún programa de música o de baile. Normalmente, mamá siempre me mandaba a la cama temprano, no me importaba, me daba miedo la oscuridad, miedo a estar muy tarde levantada por si venían los monstruos a cogerme los pies por debajo del edredón.

La regla era sencilla, "en la cama antes de que llegue papá del trabajo". Regla que a mi hermana siempre le costó seguir. Sin embargo, esas noches en las que nos quedábamos juntas tiradas en el sofá mientras doblábamos calcetines, siempre pasaba algo mágico.

Recuerdo que esas noches, pese a estar medio dormida en casa se escuchaba la llave en la cerradura. Un sonido fuerte, poderoso. El sonido que en otras ocasiones nos hacía correr al cuarto a mi hermana y a mi porque era demasiado tarde "para estar despiertas".

Y justo después de escuchar la puerta cerrar, después de los segundos de tensión y silencio hasta que papá volvía a echar la llave, se escuchaba el silbido.

Un silbido cantarin, fuera la hora que fuera, dos pasos de zapatos de hombre, y la contestación, el silbido de mamá. Que siempre iba unido a una risa.

Hacía tiempo que no recordaba que mis padres se comunicaban con magia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuidarte también es proclamar que no puedes.

 No puedo sola.  Esto es demasiado complicado.  Necesito ayuda.  Qué buen día para estar orgullosa de todo el progreso que he hecho.  ¿Qué e...