Íbamos a 120. Callejuelas estrechas nos rodeaban. Nos gustaba el peligro, aun sabiendo que podíamos pegarnosla. Lo amábamos. Nos sentíamos tan libres, puros, felices... no sentíamos nosotros mismos y no teníamos más que aparentar.
Era como un orgasmo pero sin el como. Sentía como mi boca se abría un ay otra vez. Me sentía viva. Sabía que estaba mirándome y me daba igual, por primera vez en la historia no había mujer mas libre. Podía hacerlo delante suya. Podía pararme a escribir, incluso a 120 por hora. No podía parar, mi cerebro no me dejaba.
La nariz moqueante, el pelo en la cara, la vejiga a reventar de cerveza.... pero no había momento en el que me hubiera sentido tan viva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario