Como una niña pequeña me pego al cristal cada vez que llueve, cuando hace tormenta, nunca falto, pero hay más, la abro, y asomo la nariz para que el aire fresco me llene. ¿Que aire fresco si lo que te da es el agua en la cara? Lo sé, y me encanta, estar tapada hasta la barbilla, la boca incluso, y sentir esa alegría absurda y querer cantar aquello de... ¡Qué lluevaaa, que llueeeva..! y no me faltan ganas de ponerme lo primero que encuentre y bajar a la calle a bañarme con el bendito milagro que hace que el agua caiga del cielo.
Quizás algún día lo haga, me funda con la lluvia y con mis lágrimas se hagan solo una. Y así no distinguir si lo que siento es una eterna y amarga pena o simplemente se irá cuando la primavera y el sol inunden mi vida de nuevo. El invierno sigue en pie, eso tengo que concedérselo, estamos en paz.
Hola!!!
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Saludos duendiles