Me reí una vez mas. No quedaba nadie por la Alameda, hacía frío y había perdido mi reloj hace
tiempo.
- ¿Que quieres que hagamos? - Pregunté otra vez mientras me acercaba a ella.
- Volar.
- Ahora en serio... ¿A donde podemos ir?
- no lo sé. - me clavó sus ojos azules y la sentí mía.
- ¿No lo sabes? Siempre lo has tenido todo muy claro.
- Siempre has creído conocerme.
- ¿Acaso no lo hago?
Sonrió por un momento, vació la petaca en mi termo de café y se sentó en el suelo.
- Bebe. - Me ordenó. Después comenzó ha hablar. Dijo cosas hermosas, a cada cual mas coherente mientras que sacaba un puro marrón y se lo fumaba. No me atreví a preguntarle de dónde lo había sacado o por qué se lo había fumado. O incluso si era verdad que se fumaba a boca. No dije nada, la dejé hablar y cuando creí que tenía razón y que no la conocía, me di cuenta de que llevaba horas haciéndome
volar con palabras.
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