En el transcurso de un simpósium internacional sobre la literatura de mujeres celebrado en la universidad de Lima en 1999, dije por primera vez en público una frase que luego he visto repetir a otros convertida en un tópico colectivo. Y lo que dije fue:
"Cuando una mujer escribe una novela protagonizada por una mujer, todo le mundo considera que está hablando sobre mujeres; mientras que, cuando un hombre escribe una novela protagonizada por un hombre, todo el mundo considera que está hablando del género humano."
No tengo ningún interés, absolutamente ninguno, en escribir sobre mujeres. Quiero escribir sobre el género humano, pero da la casualidad de que el cincuenta y uno por ciento de la Humanidad es de sexo femenino; y, como yo pertenezco a ese grupo, la mayoría de mis protagonistas absolutos son mujeres, del mismo modo que los novelistas varones utilizan por lo general personajes principales masculinos. Ya va siendo hora de que los lectores hombres se identifiquen con las protagonistas mujeres, de la misma manera que nosotras nos hemos identificado durante siglos con los protagonistas masculinos, que eran nuestros únicos modelos literarios; porque esa permeabilidad, esa flexibilidad de la mirada nos hará a todos mas sabios y más libres. Pero tendré que remontarme al principio (...).
(...) Por que las cosas que nos separan son muchas mas que las que nos unen.
Me considero feminista o, por mejor decir, antisexista, porque la palabra feminista tienen un contenido semántico equívoco: parece oponerse al machismo y sugerir, por tanto, una supremacía de la mujer sobre el hombre, cuando el grueso de las corrientes feministas no sólo no aspiran a eso, sino que reivindican justamente lo contrario que nadie resulte supeditado a nadie en razón de su sexo, que el hecho de haber nacido hombres y mujeres no nos encierre en un estereotipo. Pero mi preferencia por el termino antisexista no quiere decir que reniegue de la palabra feminista, que puede ser poco precisa, pero está llena de historia y resume siglos y siglos de esfuerzos de miles de mujeres y hombres que lucharon por cambiar una situación social aberrante. Hoy todos somos herederos de esta palabra: HIZO QUE EL MUNDO SE MOVIERA Y ME SIENTO ORGULLOSA DE SEGUIR UTILIZÁNDOLA (...).
Rosa Montero.
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