martes, 16 de enero de 2018

Las cobayas también van al cielo.

Cuando tenía 8/9 años, quería tener una mascota.
Estábamos en la playa y todo el mundo sacaba a sus perros constantemente a pasear, a todas horas.
Por aquel entonces era imposible convencer a mis padres de tener otro animal que no fuéramos mi hermana y yo.
Así que mi prima y yo encontramos unas piedras con forma oval, lisas y claritas. Y con un rotulador permanente las pintamos como si fueran hamster. Le pusimos nombre a las piedras, las sacábamos a pasear en un intento de demostrar que eramos responsables ante nuestros padres. ¿Y por qué no decirlo? Porque nos entreteníamos con eso.
La piedra se me perdió un día en el camino de la playa, y lloré. Fui con mi abuelo a desandar el camino despues de la siesta y noté como le iba creciendo el enfado mientras buscaba en el camino de piedras una que fuese la mía, con la esperanza de no volver a casa sin nada.
Estuve llorando toda la tarde. Para mi esa piedra era mi mascota. Y la había perdido. Ya no estaba.

Hoy mamá me ha traído a mi mascota, real, una mascota que se cruzó en nuestras vidas cuando fuimos a la tienda de animales a por un hamster. Una preciosa cobaya blanca y anaranjada, con manchas como si llevara un esmoquin. Un señor.
Mamá miró a los hamster con cara de pocos amigos, miró a la derecha, y vió a Chester. "Cielo, mira, ¿no te gusta algo mas "abrazable"? Y así fue como Chester entró en nuestras vidas. Una pequeña bolita de amor. La cobaya la bautizamos Chesterfield, gracias a una encuesta en un grupo de What´s upp entre unas amigas.

Hoy mamá ha entrado en mi cuarto con Chester en brazos, "nena, creo que le pasa algo, está muy flojito, creo que deberías despedirte de él. Está apagándose como una velita". Y lo he cogido, sentada frente al escritorio, como hace cuatro años se quedaba dormido en el bolsillo de mi sudadera.

Y tenía razón, una hora mas tarde me bajaba del coche en la puerta del veterinario de urgencias con el pequeño Chester, etéreo, en mis brazos.

Después de 4 años, he entendido por qué mama se resistía tanto a tener una mascota que no fuera un pez. A ella se le murió un perro de joven. Y ahora entiendo aquello que quería explicarme. Que duran menos que nosotros, que nos encariñamos, que dan trabajo, que luego da mucha pena, que sufres.

Cuatro años de "cuiiii cuiiii" constantes, de zanahorias, de pimientos, de ir a cortar las uñas del bichito al veterinario, cuatro años de ¿A quien le toca limpiar la jaula esta vez? Cuatro años en el que ha sido la cobaya mas feliz del mundo. Y nosotros hemos tenido a la mejor mascota, tanto que el nombre del grupo de what´s upp de la familia a día de hoy lleva tu nombre.

Muchas gracias Chester, por enseñarnos que no hay nada que no se arregle con comida y que no hay mejor manera de agradecer el cariño que ronroneando. Ahora eres feliz entre muchas cobayitas.
Te quiere, mamá.



1 comentario:

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