domingo, 25 de mayo de 2014

Soy una sangre sucia, con todo lo que eso conlleva.


Estábamos en el acogedor sagrario, al lado de la gran iglesia donde minutos antes había un montón de gente besando las manos de aquella que concibió que los dos estuviéramos juntos hablando de eso.

- Hacía mucho tiempo que quería hablar contigo, tengo algo para ti.

Me mostró su puño cerrado y me pidió que soplase. Me reir y lo hice, dejo de hacer fuerza, abrió la mano y lo que hizo me sorprendió, no había nada. Absolutamente nada. Una mano vacía. Una mano con un anillo.

El mismo que se quitó.
- Este anillo me lo regaló Araceli. Y es el anillo con el que quiero casarme. Pero necesito que me lo cuides hasta que termine mayo.
- Ni loca. Gines, ¿Que dices? - Cerré mi mano en un puño. El la abrió y como si se tratase de la ceremonia mas antigua pero a la vez mas familiar del mundo me lo puso.

Lo miré asustada y me sentí absurda, pequeña. Me sentí insignificante. 

El anillo no fue un regalo en ese día, fue un préstamo. El verdadero regalo fue que me dio su tiempo y na promesa. A cualquier hora, cualquier día del año, iba a estar ahí conmigo. Y eso, vale mas que cualquier cosa. 

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