martes, 6 de agosto de 2013

Me aferré al colgante que llevaba al cuello como si de él pendiese la vida de mis cuatro amigas. 

La amistad es algo tan curioso, pensé mientras mi respiración se ralentizaba. En los momentos difíciles, como aquel, las echaba de menos. Casi cada día que no pasaba junto a ellas las echaba de menos, pero ese día aún más. 

Mi cara se bañó en harina, o al menos así me veía yo en los verdes espejos que tenía ese chico en la cara. Me preguntaba una y otra vez por cosas que yo no entendía. Y no podía articular respuesta coherente. ¿Qué hacía ÉL aquí?

La respuesta era tan sencilla que la deducí en cuanto se hubo ido. Esta era su casa,  y nosotros no éramos más que amigos. 


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