Me aparte y me senté en un bordillo de enfrente en silencio. Los miré mientras la antigua canción empezaba a sonar en mi cabeza. Allí estábamos. Todos no, faltaba gente.
En pulseras rojas se decía que había seis miembros en un grupo; el líder el segundo líder (que sería líder si no existiera un líder), el guapo, el listo, el imprescindible y la chica.
Nosotros tendríamos un grupo así de organizado si no fuéramos muchísimas mas personas. Y todas tan diferentes... Tenemos al antiguo malote que se enamoró y cambió por una chica preciosa que nos quiere a las demás más que a sí misma. Tenemos a la presumida con kilos de maquillaje que siempre se llamará guapa por encima de todo. Está el fumador compulsivo, y su mejor amigo, el deportista impulsivo que trae de cabeza a las dos enamoradizas del grupo. Esta el que tiene prototipo de actor de cine. La loca. La mejor amiga. La guarra. La bailarina. Y miles de añadidos cada uno con personalidades tan complejas que no podemos clasificarlos en una palabra. Incluso tenemos el típico amigo que nunca está. Y también él forma parte del grupo.
Todos de edades diferentes, de personalidades a cual mas distante, de gustos y aficiones compartidas o rechazadas. Pero todos amigos.
Con peleas, discusiones, gritos, sonrisas, lagrimas, emociones, besos, tortazos, empujones, caricias, cosquillas.. todo viene en un pack.
Y es que cuando los vi a todos alli sentados, juntos, hablando, riéndose, en ese momento no pensábamos en la paz mundial, la crisis, en la rayada que nos esperaba al llegar a casa, en ese chico que el lunes decidirá si cambia mi vida o me la destroza... bueno sí, en ese sí.
El caso es que en ese momento la alegría que inundó mi corazón no podrá igualarla nada ni nadie, nunca.
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