martes, 21 de septiembre de 2021

No se puede frenar un río.

 Y si es de lava, menos todavía. Asistiendo impasibles al volcán que decidió estallar, como si por ahora no tuviéramos suficiente. La naturaleza siempre reclama su lugar, y aquí seguimos empeñados en no verlo, como los protagonistas de aquella canción de Maldita Nerea. 

Hay cosas que son inevitables, como la erupción de un volcán, la risa de los niños o la muerte. Y es curioso como seguimos sorprendiéndonos, enfadándonos e intentando engañarnos a nosotros mismos. Nos contamos cuentos para dormir tranquilos: me sigue queriendo, mi vida no sería la misma sin esa persona, ahora no es el momento de hacer cambios... 

La naturaleza tiene sus procesos, como nosotras mismas: nuestros ciclos, nuestras lunas, nuestros días de sol incluso cuando el cielo está cubierto de nubes. Pero los sigue. Y aquí, comenzando por mi, a veces se nos olvida, nos pasamos la vida peleando contra lo inevitable, contra el río de lava. Intentando frenarlo en lugar de intentar descubrir las razones que han provocado la erupción. 

Mientras todo esto ocurre deberíamos aprender de la naturaleza, la cual no debería resultarnos ajena por aquello de que estamos compuestos de la misma materia. Y no hablo de polvo de estrellas. 

La erupción de un volcán es inevitable, minimizar los daños podría ser una opción si fuéramos lo suficientemente valientes como para mirar a la verdad de frente. No construyas en la ladera del volcán. No decidas quedarte en lugares donde es inevitable que explotes. Huye de la gente y de las circunstancias que te hagan temblar tanto, que al final pierdas el control. 


Rodéate de aquellas otras islas que, aun teniendo sus volcanes son capaces de estar serenas. 



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