De repente sus piernas reaccionaron de forma inesperada y por primera vez en su vida se alegró, sus piernas echaron a correr. Pero en dirección contraria, sino hacia el hombre. Fue todo muy confuso. Él levantó la cara asustado y se giró hacia atrás, ella seguía corriendo hacia él.
En ese instante, ante un inminente choque que evidentemente ella no pensaba evitar, se giró echandose hacia un lado y ella siguió corriendo.
"Ahora sí Olga" pensó y aceleró rezando por no resbalar en el suelo mojado. Terminó la Avenida de la República Argentina frenando de malas maneras con un chico. No se cayó, pero se le resintió el tobillo.
- Perdón. - Murmuró Olga mientras se detenía a mirarlo con mas detalle. Era alto, grande, y guapo, pero no guapo de esos a los que les duele la cara de serlo, no, era guapo porque había una parte de él a la que nunca podrías decirle que no.
- No pasa nada. - Además sonreía. Los dientes blancos, uno detrás de otros.
Se quedaron los dos mirándose sin saber muy bien que hacer, hasta que finalmente ella, al oir un ruido a su espalda, miró hacia atrás tensa, por si acaso. Se digo. Cuando volvió a girar la cara unos ojos más grises que verdes la interrogaban.
- ¿Puedo ayudarte en algo? ¿Te has perdido? - Preguntó él.
- La verdad es que creo conocer ya el camino. - No sabía si podía fiarse de él, ¿Dónde está la barra de medir de si una persona es de fiar o no? ¿Cómo se hace eso?
- ¿Crees? ¿Dónde vives?
Olga no contestó y miró hacia los lados buscando a alguien mas en la calle vacía, al meno había dejado de llover.
- Oye, yo vivo en la calle Naos, si tu destino está cerca podríamos andar juntos. - Ella recalculó mentalmente la ruta que tenia que hacer para llegar a la suya y, sin tener mucha idea, decidió tirarse a la piscina.
- Vale, gracias.
Él indicó una dirección extendiendo el brazo y ella se dejó guiar.
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