A día de hoy no tengo mis propios hijos pero pensando creo que he llegado a lo que mi madre quiso transmitirme aquel día.
En toda mi vida, nunca, ni un solo día me ha faltado un plato de comida que llevarme a la boca o algo de beber. No me han negado cinco comidas al día. No me han negado libros escolares, ni lápices, ni bolígrafos, tampoco me han negado cuadernos o estuches. No me han negado unos pantalones cuando no hacía ni dos meses que me habían comprado los anteriores y se me habían quedado pequeños al crecer. No me han negado nunca sábanas limpias, ni champú, tampoco me han cobrado el agua al darme una ducha o la electricidad de las estufas en invierno. No me han negado tecnología, que no todo el mundo tiene, ni me han negado lo mas importante de todo, un beso o una caricia.
Ahora es cuando comprendo algo tan simple como que, aunque seamos sus hijos, nuestros padres han sacrificado su vida entera por nosotros. Y recapacitando pienso en las veces que mi madre se ha comido una tostada quemada para darme a mi la suya, sin negro, las veces que mi padre me ha cedido el último bombón de chocolate negro de la última caja después de las navidades, o las veces que me han regalado su tiempo cuando he estado en el hospital, sus noches en vela mientras he estado enferma, sus madrugones. El huevo frito que tiene las dos yemas perfectas.
Cosas que no cualquier persona hace por nosotros. Y aunque sean tonterías, estoy segura de que si nos ponemos a pensar, encontraremos mas sacrificios, mas REGALOS, que nuestros padres han hecho, hacen y seguirán haciendo por nosotros hasta que su corazón deje de latir.
pd: Quizás es un final un poco trágico pero... no os confiéis, nuestros padres, si tenemos la suerte de tener dos, son MORTALES, algún día no estarán. Aprovechadlos!
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