Reflexiones cuando el calor aprieta.

Los caminos se cruzan y acabas sola.
Quizás no por mucho tiempo, pero hay trozos, quizás sean mil pasos, quizás sean cien o quizás solo diez, que has de andar tú sola.
Debes sentir como tu cabeza busca alternativas y tu corazón ruge mientras tus tripas se encogen. Tu espalda se arquea mientras acoges tus rodillas cerca de los hombros para descansar la barbilla mientras te abrazas. Miras al infinito dándote cuenta de que eres una pequeña mierda con sueños muy grandes, y piensas en todas las personas que han logrado algo importante pese a ser mierdas diferentes con sueños enormes. Piensas que ellos tampoco sabían como conseguirlo y te consuelas como hace un niño con un chupete. Callas, pero el río amenaza con desbordarse otra vez y te angustias, de nuevo.
Le ruegas a Dios que te guíe pero parece que el tampoco anda cerca. Te planteas el hecho de que va empujándote, moviéndote los pies pero aun así, eres tú quien lleva el timón del barco.
Ojala te hubiesen dejado algún mapa.
Vuelves a tener la certeza de que estas sola boqueando como un pez que lleva ya demasiado tiempo fuera del agua y se muere. Le queda poco tiempo de vida. Poca energía. Y la poca que tiene la usa en luchar contra un enemigo invisible que imagina su cabeza.
Se plantea si de verdad no estará loca. Perfectamente podrías ser un enfermo mental y no percibirlo, podrían estar controlando tu cerebro, y el mío al escribir esto. Podrían estar haciéndote creer que eres feliz.