Un auditorio vacío.
Y tú de pie en el centro. Recorres la vista por los asientos y van a apareciendo nombres de personas mientras piensas en todos aquellos que ayudaste alguna vez.
Unos nombres no te suenan. Son los padres a los que ayudaste a subir el carro del bebé al autobús. Los ancianos o niños a los que cediste tu asiento en el metro. El vecino al que ayudaste con la compra por las escaleras de la entrada a tu bloque.
Otros son nombres de las personas a las que avisaste cuando viste que se olvidaban algo en la mesa, o se dejaban la cartera.
Otros son nombres de las personas a las que le diste una limosna. O aquellas a las que ayudó tu aportación a la ONG de la que te hiciste socio porque un comercial te abordó en medio de la calle.
Y... ¿qué mas nombres aparecen?
A no ser que seas un ingeniero que se dedique a hacer la vida de los demás mas fluida y sencilla, mas cómoda. O un investigador que se encuentre en un laboratorio inventando nuevas formulas y mejorando herramientas para detectar enfermedades como el cáncer o el alzheimer de forma mas rápida. O un psicólogo que ayude a sus pacientes a entender cómo gestionar todo aquello que les desborda... A no ser que seas alguien tan excepcional tu auditorio estará completamente vacío.
Porque has pasado tu vida preocupándote exclusivamente de ti. Tu felicidad, tu dinero, tu ropa, tu coche, tu casa, tus amigos, tus enemigos, tu pareja, tu ex... Todo para ti y por ti. Y has perdido la capacidad de añadir nombres a tu auditorio, porque has dejado de pensar que puedes llenarlo. Has olvidado tu capacidad de influir en el mundo de otras personas, porque coca cola hace ver en sus anuncios que solo las multinacionales con mucha pasta pueden darnos la felicidad embotellada. Y hemos dejado de creer...
Ya no creemos en nuestra capacidad de hacer de nuestra vida algo que merezca la pena. Hemos perdido la capacidad de sacrificar nuestro ego por los demás. Que no digo nosotros, no hablo de descuidarnos. Hablo de sacrificar nuestro ego. Ese que nos dice que tenemos que ser mas que el otro, tener mas que el otro, preocuparnos únicamente por nosotros... Y todo porque el EGO nos dice que nunca seremos los mejores, no seremos Gandhi o Teresa de Calcuta, o el que encuentre la cura del parkinson y nos da miedo no ser los mejores incluso en algo tan bizarro como "salvar" al mundo.
Y se nos olvida que al final todos seremos abono para la misma tierra. Qué mejor que irnos de esta vida sabiendo que tenemos un auditorio lleno de nombres cuyas vidas han sido, al menos
un poquito, mejor gracias a nosotros.
Hay mucho mas por hacer de lo que pensamos.
Y nos corresponde a nosotros decidir de qué forma queremos pasar por este mundo.