lunes, 25 de febrero de 2019

La chispa que lo incendió todo.

Los seres humanos viven llenos de energía, pero a veces se nos olvida lo mágicos que podemos ser. La piel nos cambia de color al sol. El pelo se nos aclara. Las manos se adaptan a nuestro trabajo. El cuerpo se acostumbra a levantarse a una hora cuando tenemos puesta una alarma durante mucho tiempo. Nos sale agua de los ojos cuando estamos muy tristes o muy contentos. Somos capaces de transformar un tomate en energía. Cuando nuestra piel se estira, el mar se hace dueño de nosotros,  aparecen las olas en formas de estrías. Las sonrisas se nos acumulan en el borde de los ojos, anunciando a los niños que somos de fiar y a los adultos que somos felices.  Nuestro cuerpo rompe a bailar sin control cuando nos dan una noticia que nos alegra el alma. Equilibramos nuestro sistema simpático y parasimpático suspirando.  Damos calambre... y sufrimos chispazos que provocamos nosotros mismos. 
De repente algo se acciona en nuestras cabezas. Es un breve pensamiento. Lo descartamos por imposible, pero su estela permanece, hasta que cobra fuerza y lo incendia todo. Esos chispazos, aunque no los veamos a corto plazo, aunque ni siquiera nos damos cuenta... existen. Existen y son los causantes de las cosas buenas que hacemos que nos pasen. 

Son chispas que incendian bosques de amargura y desesperanza, si los alimentamos dejándolos airearse. Prendiéndolos con alfileres en nuestro pecho. Llevándolos a cabo. 

Benditos chispazos que son contagiosos y llevan el mundo inevitablemente a ser un lugar mejor. 

jueves, 14 de febrero de 2019

Tu auditorio.


Un auditorio vacío.
Y tú de pie en el centro. Recorres la vista por los asientos y van a apareciendo nombres de personas mientras piensas en todos aquellos que ayudaste alguna vez.
Unos nombres no te suenan. Son los padres a los que ayudaste a subir el carro del bebé al autobús. Los ancianos o niños a los que cediste tu asiento en el metro. El vecino al que ayudaste con la compra por las escaleras de la entrada a tu bloque.
Otros son nombres de las personas a las que avisaste cuando viste que se olvidaban algo en la mesa, o se dejaban la cartera.
Otros son nombres de las personas a las que le diste una limosna. O aquellas a las que ayudó tu aportación a la ONG de la que te hiciste socio porque un comercial te abordó en medio de la calle.

Y... ¿qué mas nombres aparecen?

A no ser que seas un ingeniero que se dedique a hacer la vida de los demás mas fluida y sencilla, mas cómoda. O un investigador que se encuentre en un laboratorio inventando nuevas formulas y mejorando herramientas para detectar enfermedades como el cáncer o el alzheimer de forma mas rápida. O un psicólogo que ayude a sus pacientes a entender cómo gestionar todo aquello que les desborda... A no ser que seas alguien tan excepcional tu auditorio estará completamente vacío.

Porque has pasado tu vida preocupándote exclusivamente de ti. Tu felicidad, tu dinero, tu ropa, tu coche, tu casa, tus amigos, tus enemigos, tu pareja, tu ex... Todo para ti y por ti. Y has perdido la capacidad de añadir nombres a tu auditorio, porque has dejado de pensar que puedes llenarlo. Has olvidado tu capacidad de influir en el mundo de otras personas, porque coca cola hace ver en sus anuncios que solo las multinacionales con mucha pasta pueden darnos la felicidad embotellada. Y hemos dejado de creer...
Ya no creemos en nuestra capacidad de hacer de nuestra vida algo que merezca la pena. Hemos perdido la capacidad de sacrificar nuestro ego por los demás. Que no digo nosotros, no hablo de descuidarnos. Hablo de sacrificar nuestro ego. Ese que nos dice que tenemos que ser mas que el otro, tener mas que el otro, preocuparnos únicamente por nosotros... Y todo porque el EGO nos dice que nunca seremos los mejores, no seremos Gandhi o Teresa de Calcuta, o el que encuentre la cura del parkinson y nos da miedo no ser los mejores incluso en algo tan bizarro como  "salvar" al mundo.

Y se nos olvida que al final todos seremos abono para la misma tierra. Qué mejor que irnos de esta vida sabiendo que tenemos un auditorio lleno de nombres cuyas vidas han sido, al menos
un poquito, mejor gracias a nosotros.
Hay mucho mas por hacer de lo que pensamos.
Y nos corresponde a nosotros decidir de qué forma queremos pasar por este mundo.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Todas las edades que habitan en ti.

 ¿No sería fantástico poder sentarte a tomar un café con otras versiones de ti mismo? 
Con tu versión de los cinco años, tu versión de los 10, el joven de 25, el adulto de 50 y el anciano de 85... poder sentarte a charlar con ellos supondría conocer personas diferentes. 


¿estará orgulloso el niño que eras del adulto en el que te has convertido? 
¿será el anciano mas sabio que el joven o habrá perdido toda su magia? 

Creo que a todos nos gustaría ver que nuestras versiones futuras son mejores que las actuales, que las actuales son mejores que las pasadas. Pero son simplemente diferentes. No por aprender cosas nuevas debemos rechazar todo lo vivido o experimentado anteriormente. Ni debemos caer en el el olvido de nuestros baches y partes bajas, porque de ahí salió lo que a día de hoy somos. 

De la misma forma en que no podemos estancarnos en lo que somos ahora mismo e intentar no cambiar nunca. Intentar permanecer estables en un mundo en el que la única constante es el cambio continuo. Sería un error. 

Reconciliarnos con nuestro pasado muchas veces es el primer paso para comenzar a apreciar lo que somos. Lo que sentimos a día de hoy. Y en cómo vivimos nuestros días, de qué cosas están llenas nuestras rutinas, se encuentra la clave de nuestro futuro. Lo que hacemos hoy por pequeño que sea cambiará lo que vamos a ser dentro de 10 años. 

Si nuestra vida es un continuo "aguante", un continuo "soportar" ¿qué vamos a dejarle a nuestro yo del futuro? Una losa sobre la espalda y la idea de que nuestra existencia puede resumirse en días continuados iguales a los demás. Quizá llegue un momento en el que seamos capaces de echar la vista hacia atrás y ver que en ese momento estábamos soportando mucho, pero no eramos conscientes, lo llevábamos con la alegría que nos da la ignorancia. 

Como quizá nunca tenga la oportunidad de sentarme con mi yo del pasado dejo notas para mi yo del futuro, para poder releerme. Ver que pensaba, seguir conectada a las cosas que consideré importantes, a las cosas que aprendí y que no quería que volvieran a repetirse u olvidarse. Un error puede perseguirnos siempre, pero solo seremos capaces de superarlo cuando lo aceptemos y nos quedemos con la lección, el aprendizaje, lo que nos enseñó.

 Quizá no pueda tomar café con mi yo de hace unos años, pero siempre podré volver a esa persona a través de lo que escribió. Y de esa forma permanecer conectada con todas las edades que habitan en mi. 

Cuidarte también es proclamar que no puedes.

 No puedo sola.  Esto es demasiado complicado.  Necesito ayuda.  Qué buen día para estar orgullosa de todo el progreso que he hecho.  ¿Qué e...