sábado, 16 de junio de 2018

En una ocasión, hace mucho tiempo, conocí a una mujer que sostenía el mundo entre sus hombros. Sus ojos eran tan profundos que si pasabas mas de cuatro segundos mirándola fijamente parecía que el suelo se hundía debajo de tus pies. 
Por descontado, reía. Reía como si el universo entero le hiciera cosquillas y su risa fuera una respuesta natural. 
Me dijeron que sabía amar, a corazón abierto. No lo descubrí, no me quede tanto tiempo, no fuera a ser que me quedare atrapado en el hoyuelo que formaba su mejilla izquierda cuando sonreía de lado. O en esa piel diseñada para que dibujaren los mejores artistas. Las almas mas puras. Juro que en una fracción de segundo le salieron alas de la espalda. Como si un resplandor se tratase. En ese momento decidí que debía irme, antes de quedarme atrapado, como lo hice, para siempre. 
  

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