miércoles, 26 de marzo de 2014

A lo que me llevan tus ojos verdes y tu sonrisa de niño perdido.


Si supiera como hacer pagar a cada una de las estrellas 
el precio justo que supone contemplarte esta noche,
 sabría como hacer que las olas del mar 
sufrieran por el recuerdo que dejó tu piel en la orilla 
cuando volvimos de aquella playa
 al anochecer. 

El viento helado desprendia la sal de tu cuerpo, 
y del mio, 
pero yo era secundaria amor,
 siempre secundaria cuando estás tu. 

No es que me tenga por debajo,
 es que me gusta mirarte, en el centro, 
al lado de la hoguera y evadirme y eso,
 cariño, solo lo consigues tu. 
Me gusta cuando me abrazo a ti con suavidad
 y tus poros se estremecen pero tu cabeza piensa en la carretera. 
Me gusta cuando puedo observarte sin que tu lo hagas, 
cuando estoy en segundo plano y...
 tu no estás pendiente de mi. 
Me encantan esos momentos en los que puedo sentirte completamente vivo. 

Porque tras cada uno de esos momentos, 
en tu cabeza algo conecta y me miras.
 Y sonríes  como si no hubiera mañana,
y entonces ya no siento celos de las estrellas que te contemplan, 
ni del agua que te rodea, 
no siento celos del aire que tan hondo penetra en ti, 
porque sé que yo estoy aún mas adentro.
 En las mas oscuras tinieblas, en los rincones mas olvidados. 
Y te siento vivo, conmigo. 





Seria egocéntrico decir que te siento vivo para mi. Y mentira.  Pero los poemas de amor nunca andan escasos en egocentrismos o en mentiras. ¿Es acaso esto, un poema de amor? 

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