Qué fácil nos resulta, de vez en cuando, tomar decisiones sobre las opciones de personas que no somos nosotros. El fantástico "si yo fuera tu". Que podemos manifestarlo y llevarnos un rotundo porrazo metafórico. O llevarlo como banda sonora de nuestra vida, como una cancioncilla en nuestra cabeza "si yo fuera él habría..." y rellenas al gusto. Me parece que desde luego sabemos ponernos en el lugar del otro. Nos resulta sencillo. Como seres egocéntricos que somos nos colocamos ahí.
Pregunta a cualquier crío cuando ve una película quien es él/ella. Seguramente te dirá que es el protagonista o un amigo muy cercano al protagonista. Cuando vamos creciendo nos resulta mas sencillo identificarnos con otros personajes pero nos ponemos ahí. Voilá.
O incluso vamos mas allá y nos ponemos un peldaño mas arriba.
Como si del mismisimo Dios de la película nos tratásemos, nos ponemos en papel del director. "Pues yo esto lo habría desarrollado de otra forma..." "en esta escena falta..." "pues yo habría terminado con...".
A todos se nos da bien dar consejo para la vida de los demás. Y ver sus carencias, lo que debería mejorar, lo que debería potenciar, de qué forma hacerlo. Tanto es así que si somos un poco mas quisquillosos que el resto nos haremos planificadores. De eventos, bodas, bautizos, comuniones... todo lo que sea necesario para no ceder el control de lo que está pasando a nuestro alrededor.
Considero que esa necesidad de controlar lo que tenemos fuera se debe a que, en realidad, no somos capaces de controlar lo que llevamos dentro. Y es una mierda: porque perdemos de vista las cosas importantes. Cosas tan sencillas como dar este paso "trascendental" que llevamos a cabo cada 365 días, que sin darnos cuenta hemos dado la vuelta al sol y ya estamos en enero otra vez.
Total.
Que llega otra vez el momento de revisar y hacer balance.
A pesar de que pueda parecer que es un autentico rollazo y que no sirve para absolutamente nada,
¡es genial! Parar y hacer balance. "Ésto es bueno, ésto no, con ésto me quedo, ésto lo borro. Ésto lo volveré a hacer, ésto no..."
Pueden quedarnos listas muy divertidas,
nuestras, no de los demás. No de los protagonistas de nuestra serie/película preferida o de nuestro ídolo
ya no tan adolescente.
El problema está en que posiblemente, después de proponernos algunas cosas que con toda nuestra buena y resacosa intención nos hemos propuesto, no volveremos a hacer este balance hasta que hayan transcurrido otros 365 días. Eso con suerte, si no tiramos la lista en mayo porque pensamos que no hemos conseguido nada y que contemplar esa lista en diciembre solo traerá drama a nuestra vida.
¿Pero qué me diríais de volver a mirar nuestra lista en... 30 días? y ver cómo llevamos las cosas. Qué nos ha dado tiempo a hacer, qué no, qué nos ha costado trabajo. Qué cosas nos estamos pensando mejor... quizá si hiciéramos este balance cada poco tiempo seríamos mas capaces de ver resultados, de conseguirlos.
Porque bien puedes proponerte ir al gimnasio 3 veces por semana pero que si no te pones el despertador, no te levantas y no te vas al maldito gimnasio, dentro de 1 año probablemente veas que no has ido mas de 4 días. Y a la greña contigo misma.
¡Coño ya! que se supone que todas estas metas y propósitos
están para hacernos mas felices y acercarnos a la persona que queremos ser. No son un arma arrojadiza contra nuestro yo del futuro ni un instrumento de tortura medieval con el que hacernos sentir un asco con nosotros mismos y odiarnos muy mucho.
Que se supone que esta vida tiene que ser mucho mas fácil, y no tiene tanto truco por favor, lo que pasa es que complicarnos de sobremanera por alguna extraña razón le parece adecuado a nuestras pequeñas y espabiladas neuronas.
Piensa en un momento en la lista de propósitos que puede haber hecho tu hermano, tu pareja, tu padre... los conoces, sabes lo que hacen y lo que no. Normalmente convives con ellos y serías capaz de, si te dieran la dichosa lista, hacer una porra muy acertada sobre qué cosas iban a conseguir y cuales quedarían olvidadas en el fondo del armario.
Todo esto pasa porque los juzgas en función de sus acciones, no de sus intenciones. Y es que la acción mas pequeña (salir a correr hoy, o hacer dos sentadillas) vale mas que la intención mas grande (de apuntarte a un gimnasio en cuanto comiences de nuevo la rutina).
Precisamente esos son los ojos con los que deberás ver tus propósitos, y tus comienzos y tus aciertos y tus errores. Puede que no consigas dejar de fumar de hoy para mañana, pero pasar de fumar un paquete diario a un cigarro al día es un inicio. Y pasar de fumar 7 cigarros a la semana a fumar 4 también lo es, por muy pequeño que nos parezca este esfuerzo.
Estamos acostumbrados a que, con las dietas (al igual que con millones de cosas que nos proponemos), nos hablen del efecto rebote. Me río yo de los que temen este efecto rebote. ¡Al menos es algo mas que la inmovilidad! Y es que este "efecto rebote" no es mas que una comprobación de que algo estaba cambiando dentro de ti.
No temas al efecto rebote. No temas a hacerte propósitos nuevos, muchos y variados, no temas a tirar la lista al cuerno y
comenzar a actuar como piensas antes de que empieces a pensar como actúas. Y contagiate. No dejes nunca de contagiarte de esta magia de haber dado una vuelta al sol junto a la gente que te rodea.
Cuando pase un año, y veas todo lo que has trabajado en ti mismo, lo que has conseguido, estoy segura de que te sentirás orgulloso de, al menos, haber tenido la valentía de atreverte a vivir, de pensar que aun se puede cambiar, que este mundo puede ser un lugar mejor. Que puedes ser una persona mejor para el mundo que te rodea.
La vida es muy corta para agobiarse por ir o no al gimnasio. Pero es muy larga si la pasamos en un cuerpo que no somos capaces de amar. La vida es muy corta para dejar de fumar de un día para otro. Pero quizás conozcas a tu alma gemela con una edad mas elevada y seguro que querrás arañar cuantas horas te sean posibles pasar a su lado, esas que ahora acortas con la droga. La vida es muy corta para preocuparse por las relaciones mas astilladas con gente que nos importa, pero es muy larga si los problemas que tenemos/tuvimos en esas relaciones nos impiden hacer nuevos lazos afectivos sanos.
La vida es muy corta para el que disfruta y muy larga para el que sufre.
Si tienes la suerte de estar disfrutando, bailemos.
Si sufres, hay dos manos
dispuestas a actuar. Las encontrarás al final de tus brazos.