miércoles, 30 de enero de 2019

Mujeres que compran flores.

Porque amar era sencillo, continuó casi en un susurro... Cuando dos personas se encontraban con todos los ingredientes en las manos, amar así lo era. 



Y la vi. Claramente. Se asomó a su rostro una chispa de aquella luz que una intentaba prenderse dentro:

- Ah, Marina... si los hombres supieran que por reconocer sus sentimientos en público o en privado no pierden su hombría, muy al contrario, la ganan... - Observó casi con ternura a un grupito de chicos que habían tomado el relevo a los de La Dolores y cuchicheaban mirándonos como adolescentes. - Que les hace grandes, no pequeños. Fuertes y no vulnerables. Cualquiera que haya vivido con esa naturalidad un sentimiento así sabe que te hace escribir mejor que nunca, ser mas luminoso que nunca, mas feliz, mas fuerte, mas indestructible... El que ha sabido amar así sabe que no te hace esclavo, sino más libre, no te hace débil, sino poderoso. Suma, no resta. El que no sabe amar así debería llamarlo de otra manera.

sábado, 26 de enero de 2019

El amor es paciente, es bondadoso. 
El amor no es envidioso ni jactancioso, ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoista, no se enoja facilmente, no guarda rencor. 
El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. 
Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.


El amor jamás se extingue.
Siempre y cuando haya dos personas dispuestas a amar.

jueves, 24 de enero de 2019

Es curioso cuando la gente tiene claras ciertas cosas que no quieren vivir contigo.
Quizá sea por lo bien que te conozcan "yo no te llevo a escalar sabiendo el vértigo que tienes". O quizá sea por lo bien que se conocen a ellos mismos "yo no te llevo a escalar porque estaría mas preocupado por ti que por mi escalando". Y normalmente no pasa nada. No hay mayor drama... ¿o si?

Compartir es vivir, dice todo el mundo. 
Pero ¿hasta qué punto? ¿En qué momento dices basta? 
Y lo mas importante... ¿Por qué tendrías que decirlo? 


La vida da mucho vértigo para los que asumen que el cambio siempre va a ser a peor. Para los que son felices y no quiere mover esa situación. Pero aún da mas miedo para aquellos que entienden que el cambio es algo imprescindible, algo necesario, pero que temen no ser capaces de manejarse una vez mas. De tener fuerzas para salir airosos y reinventarse ente tanta incertidumbre. Y es que quizá, simplemente, han tenido mucho tiempo para pensar. 

domingo, 6 de enero de 2019

A vosotras.

Hoy hemos salido, como solemos hacer los días de reyes, para ir a casa de la abuela. Cuando éramos niñas era el sitio donde se completaban nuestras listas de regalos, y ahora es donde cada vez que vamos podemos ser conscientes de la suerte que tuvimos, porque el regalo, era la abuela. Esa mujer que parió eternidades, una detrás de otra.

En ella llevábamos a su madre también. De la que habla siempre con cariño. 8 años de amor y 86 huérfana y aun así, la recuerda cada vez que puede.

- Manu, mamá ha muerto. - le dijo su padre a la criatura. - Ven a verla.

Y allí la llevaron. Y así lo cuenta. Sin mayor drama, sin mayor misterio. La vida, como siempre ha sido capaz de aceptarla. Ella, tan regalo como nunca.

Mis regalos siempre fueron la abuela y nuestras tías. Creo que el crecer rodeada de mujeres fuertes me ha llevado a tener la absurda impresión de que puedo conseguir lo que me proponga, que por mucho que pase el tiempo, las ganas, la alegría y las personas, siempre conseguiremos hacernos reír.

Nos gusta, incluso a día de hoy, estar juntas. Juntas pero diferentes. Mujeres, al fin y al cabo, con toda la magia que puedes encontrar dentro de un ser humano. Vidas anteriores, vidas pasadas, vidas leídas, vidas soñadas. De todas las mujeres que habitan en mi, como decía Vanesa Martín en una de sus canciones, muchas llevan grabado a fuego la risa de mi tía, la voz de mi abuela, severa cuando rompíamos algo, dulce cuando nos despedía, los gestos de mi  madre, el fino humor de mi hermana, la curiosa forma de existir de mi tía la mediana, como doblaba los billetes de diez euros que nos regalaba por nuestro santo en el zapato, o la tozudez de mi otra tía cuando no quería hacer algo que debía.

Mujeres que nos han dejado en herencia la fuerza y las ganas de vivir. Mujeres que perdieron a sus hijos, que lloraron a sus hermanos, enterraron a su padre, y se dieron cuenta de que no hacía falta tener un hombre en casa para salir hacia delante. Mujeres a las que el tiempo les enseñó que aun cuando menos te lo esperas dos desconocidos pueden darte una paliza a la hora de ir a trabajar, temprano por la mañana, con el uniforme. Sin fiesta. Sin tacones. Sin borrachera. Y que pese a todo eso, llegaron ese día a trabajar.

Mujeres que se negaron a dar sus hijos en adopción cuando la vida las quería llevar por otros senderos. Y ellas, altivas, dijeron que no. Mujeres que no se ajustan a la verdad cuando el mundo les parece demasiado poco poético. Y les da igual porque realidades tristes hay muchas, ellas quieren la Alegría.

He aprendido mucho de esas mujeres. A día de hoy sigo aprendiendo. Interpretando gestos. Sabiendo leer miradas, que, como me enseñaron desde niña, dicen mucho mas que las bocas. En los ojos se esconde la verdad, desde siempre. Pero si das con una mujer fuerte, con una que ha batallado sin armas y ha salido de guerras a rastras pero ilesas gracias a la rebeldía de decir no a la desolación, quizá en esos ojos no puedas leer tan fácilmente. Quizá solo te dejen ver, lo que ellas quieren que veas.
Ten por seguro, que intentarán, esos ojos dicharacheros, engañarte muchas veces. En la mayoría de las ocasiones, por tu bien, en otras, para no agravar el daño.

No insistas en conocerlas. Las mujeres de las que hablo y llevo por bandera no son nada del otro mundo. No son excepcionales, mediocre diría incluso. De la media. Pero es que dentro de la media, tienen ese matiz que las distingue, esa cicatriz que marcó un antes y un después, el recuerdo cálido de ellas que ni siquiera la muerte ha podido borrar.

Estáis, en un día
tan especial, conmigo. Todas. Os siento cerca. Y aun cuando no estáis os quiero. Aun cuando llevo mas tiempo de mi vida sin vosotros que con vosotras, aquí estáis. Prendidas con imperdibles de acero, que no alfileres. Cosidas con cuero y tirando de mi hacia delante.
Tanto tiempo como duren nuestras vidas.

martes, 1 de enero de 2019

El efecto rebote de vivir.

Qué fácil nos resulta, de vez en cuando, tomar decisiones sobre las opciones de personas que no somos nosotros. El fantástico "si yo fuera tu". Que podemos manifestarlo y llevarnos un rotundo porrazo metafórico. O llevarlo como banda sonora de nuestra vida, como una cancioncilla en nuestra cabeza "si yo fuera él habría..." y rellenas al gusto. Me parece que desde luego sabemos ponernos en el lugar del otro. Nos resulta sencillo. Como seres egocéntricos que somos nos colocamos ahí.

Pregunta a cualquier crío cuando ve una película quien es él/ella. Seguramente te dirá que es el protagonista o un amigo muy cercano al protagonista. Cuando vamos creciendo nos resulta mas sencillo identificarnos con otros personajes pero nos ponemos ahí. Voilá.
O incluso vamos mas allá y nos ponemos un peldaño mas arriba.
Como si del mismisimo Dios de la película nos tratásemos, nos ponemos en papel del director. "Pues yo esto lo habría desarrollado de otra forma..." "en esta escena falta..." "pues yo habría terminado con...".

A todos se nos da bien dar consejo para la vida de los demás. Y ver sus carencias, lo que debería mejorar, lo que debería potenciar, de qué forma hacerlo. Tanto es así que si somos un poco mas quisquillosos que el resto nos haremos planificadores. De eventos, bodas, bautizos, comuniones... todo lo que sea necesario para no ceder el control de lo que está pasando a nuestro alrededor.

Considero que esa necesidad de controlar lo que tenemos fuera se debe a que, en realidad, no somos capaces de controlar lo que llevamos dentro. Y es una mierda: porque perdemos de vista las cosas importantes. Cosas tan sencillas como dar este paso "trascendental" que llevamos a cabo cada 365 días, que sin darnos cuenta hemos dado la vuelta al sol y ya estamos en enero otra vez.

Total.
Que llega otra vez el momento de revisar y hacer balance.
A pesar de que pueda parecer que es un autentico rollazo y que no sirve para absolutamente nada,
¡es genial!  Parar y hacer balance. "Ésto es bueno, ésto no, con ésto me quedo, ésto lo borro. Ésto lo volveré a hacer, ésto no..."

Pueden quedarnos listas muy divertidas, nuestras, no de los demás. No de los protagonistas de nuestra serie/película preferida o de nuestro ídolo ya no tan adolescente.

El problema está en que posiblemente, después de proponernos algunas cosas que con toda nuestra buena y resacosa intención nos hemos propuesto, no volveremos a hacer este balance hasta que hayan transcurrido otros 365 días. Eso con suerte, si no tiramos la lista en mayo porque pensamos que no hemos conseguido nada y que contemplar esa lista en diciembre solo traerá drama a nuestra vida.

¿Pero qué me diríais de volver a mirar nuestra lista en... 30 días? y ver cómo llevamos las cosas. Qué nos ha dado tiempo a hacer, qué no, qué nos ha costado trabajo. Qué cosas nos estamos pensando mejor... quizá si hiciéramos este balance cada poco tiempo seríamos mas capaces de ver resultados, de conseguirlos.

Porque bien puedes proponerte ir al gimnasio 3 veces por semana pero que si no te pones el despertador, no te levantas y no te vas al maldito gimnasio, dentro de 1 año probablemente veas que no has ido mas de 4 días. Y a la greña contigo misma.

¡Coño ya! que se supone que todas estas metas y propósitos
están para hacernos mas felices y acercarnos a la persona que queremos ser. No son un arma arrojadiza contra nuestro yo del futuro ni un instrumento de tortura medieval con el que hacernos sentir un asco con nosotros mismos y odiarnos muy mucho.
Que se supone que esta vida tiene que ser mucho mas fácil, y no tiene tanto truco por favor, lo que pasa es que complicarnos de sobremanera por alguna extraña razón le parece adecuado a nuestras pequeñas y espabiladas neuronas.

Piensa en un momento en la lista de propósitos que puede haber hecho tu hermano, tu pareja, tu padre... los conoces, sabes lo que hacen y lo que no. Normalmente convives con ellos y serías capaz de, si te dieran la dichosa lista, hacer una porra muy acertada sobre qué cosas iban a conseguir y cuales quedarían olvidadas en el fondo del armario.

Todo esto pasa porque los juzgas en función de sus acciones, no de sus intenciones. Y es que la acción mas pequeña (salir a correr hoy, o hacer dos sentadillas) vale mas que la intención mas grande (de apuntarte a un gimnasio en cuanto comiences de nuevo la rutina).
Precisamente esos son los ojos con los que deberás ver tus propósitos, y tus comienzos y tus aciertos y tus errores. Puede que no consigas dejar de fumar de hoy para mañana, pero pasar de fumar un paquete diario a un cigarro al día es un inicio. Y pasar de fumar 7 cigarros a la semana a fumar 4 también lo es, por muy pequeño que nos parezca este esfuerzo.

Estamos acostumbrados a que, con las dietas (al igual que con millones de cosas que nos proponemos), nos hablen del efecto rebote. Me río yo de los que temen este efecto rebote. ¡Al menos es algo mas que la inmovilidad! Y es que este "efecto rebote" no es mas que una comprobación de que algo estaba cambiando dentro de ti.

No temas al efecto rebote. No temas a hacerte propósitos nuevos, muchos y variados, no temas a tirar la lista al cuerno y comenzar a actuar como piensas antes de que empieces a pensar como actúas. Y contagiate. No dejes nunca de contagiarte de esta magia de haber dado una vuelta al sol junto a la gente que te rodea.

Cuando pase un año, y veas todo lo que has trabajado en ti mismo, lo que has conseguido, estoy segura de que te sentirás orgulloso de, al menos, haber tenido la valentía de atreverte a vivir, de pensar que aun se puede cambiar, que este mundo puede ser un lugar mejor. Que puedes ser una persona mejor para el mundo que te rodea.

La vida es muy corta para agobiarse por ir o no al gimnasio. Pero es muy larga si la pasamos en un cuerpo que no somos capaces de amar. La vida es muy corta para dejar de fumar de un día para otro. Pero quizás conozcas a tu alma gemela con una edad mas elevada y seguro que querrás arañar cuantas horas te sean posibles pasar a su lado, esas que ahora acortas con la droga. La vida es muy corta para preocuparse por las relaciones mas astilladas con gente que nos importa, pero es muy larga si los problemas que tenemos/tuvimos en esas relaciones nos impiden hacer nuevos lazos afectivos sanos.


La vida es muy corta para el que disfruta y muy larga para el que sufre. 
Si tienes la suerte de estar disfrutando, bailemos. 
Si sufres, hay dos manos
dispuestas a actuar. Las encontrarás al final de tus brazos. 






Cuidarte también es proclamar que no puedes.

 No puedo sola.  Esto es demasiado complicado.  Necesito ayuda.  Qué buen día para estar orgullosa de todo el progreso que he hecho.  ¿Qué e...