domingo, 14 de abril de 2019
martes, 9 de abril de 2019
Maneras de Martes.
¿Cuantas maneras hay de sentirse importante en la vida de alguien?
¿Qué necesitas tú?
Quizá la respuesta a esa pregunta sea: lo normal. Pero... ¿qué es lo normal? Necesitas quizá que esa persona te trate bien, necesitas que mantenga una comunicación contigo. Quizá te resulte necesario que te escuche pausadamente mientras le cuentas algo, o quizá que dialogue de forma activa para sentir que hay interacción.
Necesitarás, imagino que de vez en cuando establezca contacto visual contigo y seas capaz de ver algo en sus ojos mas allá de tedio y aburrimiento. Necesitarás que esa persona quiera pasar tiempo contigo, te incluya en su vida, que cuente contigo para hacer planes.
Si entramos en el farragoso mundo de las relaciones de pareja quizá todo esto se agrande hasta niveles insospechados. Necesitamos que nos de abrazos, que tenga contacto físico, por ínfimo que sea, con nosotros. Necesitamos que diga que nos quiere. A nosotros, y lo demuestre ante el mundo... ¿o no?
Por muy claro que tengas una idea sobre tu relación. Por muy seguro que estés de las intenciones de la persona con la que te encuentras, nuestro ego se siente muy reconfortado cuando terceras personas pueden verlo. Personas con las que, quizá, no estamos en consonancia, o en confianza. Personas que pueden, incluso, representar una amenaza para nuestra sensatez.
Con las redes sociales todo esto ha dado un giro totalmente inesperado. En redes sociales contamos lo que queremos, lo mejor que nos pasa..."pero sin venirnos muy arriba" no vaya a ser que se nos joda el invento y tengamos que recular. Dar marcha atrás. Como si se tratara de un aumento de dividendos en una sociedad de capital sometida al juicio del mercado de valores.
Y es que... ¿Por qué pasa esto? ¿El del amor propio? ¿Qué clase de enfermedad nos lleva a necesitar ser reconocidos por terceros?
Nada mas y nada menos que la debilidad de sentirnos seres sociales. Inmersos en algo muy cambiante, que puede llevarnos a lugares muy tóxicos si dejamos que nos coma terreno.
Quizá la clave sea claudicar ante la presión.
Adaptarse al entorno para sobrevivir, hacerlo tuyo y disfrutarlo.
Quizá no haya que irse muy lejos para hacer sentir especial a otra persona. Basta con los detalles de siempre. Con la vieja escuela. Las manos que se entrelazan sin pensar mientras los pies caminan paralelo por una calle llena de gente.
Las miradas que se buscan en el silencio de una reunión. La complicidad entre dos personas cuando un tercero hace un comentario sobre algo que han hablado antes.
Compartir la vida también
pasa por buscar maneras nuevas de hacer sentir especiales a las personas que nos rodean.
Quizá la clave sea claudicar ante la presión.
Adaptarse al entorno para sobrevivir, hacerlo tuyo y disfrutarlo.
Quizá no haya que irse muy lejos para hacer sentir especial a otra persona. Basta con los detalles de siempre. Con la vieja escuela. Las manos que se entrelazan sin pensar mientras los pies caminan paralelo por una calle llena de gente.
Las miradas que se buscan en el silencio de una reunión. La complicidad entre dos personas cuando un tercero hace un comentario sobre algo que han hablado antes.
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